Una semana después de la anterior columna, y tras sufrir dos debates televisivos, seguimos sin saber qué piensan nuestros próceres de la agroalimentación y la gastronomía. Se han quejado muchos, con razón, de que la cultura apenas apareció en aquellas largas horas, cierto, pero de lo nuestro, ni siquiera una mención. Y eso que comemos todos los días.
Ingenuamente podría uno pensar que no se menciona la agricultura, la ganadería, los comedores colectivos, el turismo, los modelos productivos, la protección a los alimentos singulares, las intolerancias crecientes, la gran distribución, la venta directa, la formación hostelera… porque todos piensan lo mismo. Que para obtener los votos de la ciudadanía tratan solo de lo que les diferencia. Pero sería demasiada ingenuidad.
No nos engañemos, aquí sorprendería que algún líder, como sí ha hecho Macron, presidente de Francia, apostara decididamente por la Soberanía alimentaria, asunto de Estado, por cierto. Francia es diferente, y aunque un país con 246 diferentes clases de queso sea difícil de gobernar –como se quejaba De Gaulle en su momento−, al menos dispone de una fuerte sensibilidad a la hora de tratar los asuntos del comer, que sí aparecen en las agendas políticas.
Habrá, pues, que esperar a los siguientes debates, los más cercanos, donde también los políticos tendrían mucho que decir. Cierta, y afortunadamente, la Unión Europea legisla bastante en este sentido y aparentemente trata de proteger nuestra alimentación, sobre todo de otros modelos, mucho más industriales, procedentes del otro lado del Atlántico.
Nuestros futuros Congreso y Gobierno también podrían tener que enfrentarse, por ejemplo, a una peste porcina; a intoxicaciones alimentarias; largas sequías; competencias ilícitas en importación de materias primas agrícolas; obesidad infantil creciente… Y sus respuestas dependerán del modelo que hayan elegido o traten de implantar. A modo de ejemplo, no es lo mismo apostar por una ganadería intensiva y/o industrial que por la extensiva.
Así que votaremos, o no, a ciegas en lo que a lo nuestro se refiere.