Como aquí somos así, el día internacional de la tapa, que se conmemoraba ayer jueves, se extiende varios días, al menos desde el miércoles y se prolonga hasta el domingo. Eso si no contamos con la presencia aragonesa en Londres, el próximo miércoles, cuando el restaurante Mazmorra by Macera presentará su tapa, un canelón relleno de carrillera y verduras en la Escuela de cocina Mimo.
Además, cada una de las asociaciones profesionales ha preparado su propio evento, Jornadas gastronómicas de las tapas, los restaurantes; y Semana mundial de la tapa, los bares. Cada uno también con su propio precio.
Es bueno que se hagan cosas, por supuesto, aunque quizá convendría no confundir al aficionado con propuestas que se solapan. Sin embargo no es esto el objeto de la columna, sino un cierto temor ante este tipo de eventos, pues cuando se generan de forma específica parece suponer que la costumbre consuetudinaria está desapareciendo.
¿Mueren las tapas? Sostiene uno que como complemento a la bebida o como ingesta antes de la comida o cena, parecen ir encaminadas a la extinción. Ese pequeño bocado, de fácil y rápida ingesta –lo que no implica sencillez culinaria−, subsidiario del vino, la cerveza o el vermú, se ha convertido en minicocina, lo que ya es otra cosa.
Adquiere importancia y protagonismo. Menús degustaciones estrechos y largos en los restaurantes –es decir, tapas seguidas−, comidas o cenas informales conformadas por estos bocados, sea en el mismo establecimiento o en varios cercanos, parece ser el futuro de nuestra racial tapa. Lo que en sí no es bueno, ni malo, sino otro modelo diferente.
Apenas queda la gente en el bar Pepito para verse y tomar ese pincho, antes de comer, cuando el aperitivo era una costumbre. Ahora se sale de tapas y el negocio continúa, aunque sea de otra manera.
Lo que está cambiando, en definitiva, es el modelo social de relación personal, la forma en que visita los bares y convive con los otros, la cultura social mediterránea. Las tapas seguirán, si, y también vendrán en globo a casa. Pero eso es otra historia.