El lunes entró en vigor la nueva normativa del pan, muy esperada, que ha sido recibida con división de opiniones por parte del sector. Todos reconocen la necesidad de actualizar una reglamentación que se había quedado desfasada. Como cada vez pasará más ante la rapidez de la industria agroalimentaria para evolucionar e innovar y también las cambiantes modas del público aficionado a la gastronomía.
Es cierto que da la sensación de que la norma se ha publicado de forma algo precipitada. Y no es menos cierto que llevamos ya varios años con la administración a medio ritmo, sin líneas políticas que decidan hacia dónde deben ir las normativas, más allá de lo que decide Bruselas.
Pues muchos conceptos, como el del pan artesano o la definición de masa madre no aparecen claramente delimitados. Pero es un paso adelante y al menos, como dicta la lógica, el pan integral se hará a partir de harinas integrales. Una obviedad que, como en tantos reglamentos, inducía a confusión en el consumidor. Recuerden –no nos cansaremos de repetirlo−, que legalmente el aceite de oliva no es el zumo de la oliva, sino una mezcla de aceite refinado industrialmente, con una ligera adición de aceite de oliva virgen; que este sí es el zumo.
Bienvenido, pues, este avance que redunda en una mejor y mayor transparencia para el consumidor, a la par que regula tópicos lemas que suelen inducir a confusión, desde el pan de horno de leña al denominado fresco. Y trabajen ya para una actualización de la norma, pues ésta se verá bien pronto superada por la vertiginosa realidad del sector.
Y muy bien ha quedado también esa reducción del IVA del diez al cuatro, apenas un seis por mil de descuento. Muy social. ¿Pero de verdad nos creemos que esa barra que nos costaba un euro la vamos a encontrar en el mercado por 0,94 euros?