Al menos por Aragón, va a ser una de las cantinelas de la, afortunadamente, breve campaña electoral que ha comenzado ya. Y oiremos, témese uno, las mismas cantinelas y lugares comunes de siempre. Desde la imperiosa necesidad de extender la banda ancha –cierto− hasta la no menos importante legislación y reglamentación para los pequeños, y grandes, negocios instalados en el medio rural.
Como tantos otros, uno es de pueblo y vive en una ciudad. Así lo eligió, como tantos otros, incluidos los que trabajan en el medio rural y viven en la capital. Sin embargo, y por ahí deberían ir los tiros, son muchos los que se ven obligados a abandonar su entorno por falta de oportunidades para ganarse la vida.
Obviamente, no cualquier trabajo puede desarrollarse en un pueblo pequeño. Los despachos de abogados, multitud de tiendas, restaurantes grandes, determinadas fábricas y negocios requieren de un importante volumen de población a su alrededor para resultar viables.
Amén de que cierto exceso de ‘buenismo’ tampoco resulta adecuado para repoblar los interiores, como demuestra la deserción de tantos que abandonaron las metrópolis en busca de una nueva vida que fue demasiado ‘nueva’.
La producción agroalimentaria de escala –profesionalizada y valorada− es, por supuesto, una de las salidas para afianzar la población en el medio rural –objetivo que sí parece razonable−, pero para ello hay que modificar la normativa. Y también pequeñas industrias, artesanía de todo tipo, un turismo rural inteligente… Además de las necesarias infraestructuras, desde las comunicaciones, hasta la sanidad y la educación, pero todo a su escala.
Acciones políticas, por supuesto, que nos bastan por sí mismas. Si el consumidor de las ciudades, que será el destinatario de la producción del mundo rural, no optan por adquirir lo que allí se hace, todo será un mero espejismo.
Si compra en cadenas de distribución sin sensibilidad por las pequeñas explotaciones familiares agrarias; si se deja seducir por la ropa elaborada en China, si prefiere muebles industriales a los artesanos… todo lo anterior serán meras palabras. Electoralismo.