Dice el diccionario que congreso es una «Conferencia generalmente periódica en que los miembros de una asociación, cuerpo, organismo, profesión, etc., se reúnen para debatir cuestiones previamente fijadas». Pero en su primera acepción, también explica que se trata de «Junta de varias personas para deliberar sobre algún negocio». Pues bien, en su última edición parecía que Madrid Fusión había cambiado esta última definición por la anterior.
Dos plantas –ha tenido que trasladar su ubicación, pues no cabía en la anterior− repletas de estands donde uno podía informarse desde las propuestas gastronómicas y alimentarias de provincias y comunidades autónomas, hasta degustar los más exquisitos productos y bebidas. Parecía más una feria que un congreso propiamente dicho.
No obstante, como siempre, se pudieron escuchar ponencias muy interesantes, como la repleta de Ángel León, donde reivindicó las impresionantes y desconocidas reservas alimentarias de los mares, y otras, como la patrocinada por Alimentos de Aragón, bastante decepcionante. De hecho, uno de los ponentes, Luis Andoni Aduriz prácticamente la desmontó al recordar que el uso de ingentes bases de datos relacionales –productos, técnicas de cocina, bebidas, guarniciones, elementos culturales, prescripciones, etc.− ya se hizo, desde El Bulli, ¡en 1993! en el libro El sabor del Mediterráneo, aunque de forma manual y elemental.
Ciertamente, resulta difícil encontrar elementos atractivos y vanguardistas para cada edición de este congreso, pero parece que falta bastante tiempo para una eficaz aplicación de la inteligencia artificial. Otra cosa será el uso del big data en gastronomía y alimentación. Asuntos ambos que parecen bastante alejados de las urgentes necesidades de nuestros sectores agroalimentario y hostelero, este último, por cierto bastante ausente en Madrid Fusión.
Como se comentaba en bastantes corrillos, por parte de avezados periodistas del asunto –no blogueros−, Madrid Fusión, si no se repiensa, puede acabar en confusión.