Si los representantes de las organizaciones agrarias están pidiendo a Sánchez que no desparezca el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, es que existe ese peligro. Esperemos que se quede en la habitual manía de nuestros dirigentes de jugar con el nombre del departamento encargado del ramo −¿se acuerdan cómo se llamaba el año pasado el de Olona?−, al que suman en el nombre de ‘Pesca’ en ocasiones, ‘Ganadería las menos, ‘Medio Ambiente en ocasiones’, ‘Alimentación’ últimamente…
En cualquier caso, la producción de alimentos, desde la tierra, a partir del ganado, con la pesca, incluso gracias a las empresas transformadoras, deben contar con presencia propia, tanto en el Consejo de ministros, como en los gobiernos autonómicos. Con las cosas del comer no se juega, porque depende nuestra supervivencia –la alimentación− y, cada vez más, el futuro del planeta. Resulta obvio que la producción de alimentos está, también como el resto de sectores productivos, relacionada con el cambio climático. Pero para llegar a ver esa cercana hecatombe que vaticinan muchos hay que comer cada día.
Ya en serio. Los problemas de la futura reforma de la PAC, la pérdida de biodiversidad en las especies comestibles, el abandono de las explotaciones familiares, el equilibrio en la cadena alimentaria, incluso el buen uso del medio ambiente se merecen un departamento propio. Por imagen, también, pero fundamentalmente por eficacia y esa mirada sobre la realidad que solo poseen quienes conocen, viven y valoran el sector primario.
Esperemos que sea una incertidumbre temporal y que la próxima semana, cuando sepamos la estructura del Gobierno, alguien, sea o no Planas, esté al frente de nuestros productores de alimentos. Nuestra vida bien lo merece.