«No conocemos a ningún otro que lo haga». Estas son las palabras de Judith Iturbe y Dante Antón, dos clientes de la empresa de González Romero, ubicada en Ariza, que han utilizado su servicio de personalización de embutidos.
Judith los conoció a través del boca a boca. Ella reside en una pequeña localidad de Guadalajara y comenta que, cuando ella y su marido decidieron trasladarse al pueblo, una de las cosas que buscaban era poder comer como se hacía antes: «Ahora con los requisitos sanitarios ya no se puede hacer la matacía en casa y a través de este servicio vimos la oportunidad de continuar con la tradición de una forma diferente», señala. La receta que hicieron llegar a González Romero es especial porque combina la de su abuela con la de la abuela de su marido y «poco a poco fuimos introduciendo cambios para adaptarla a nuestros gustos».
Chorizo, longaniza, fardeles y, en alguna ocasión, sobrasada, son algunos de los productos que han elaborado a través de la personalización de embutidos: «Los encargamos entre nuestros padres y nosotros, pero siempre repartimos a familiares y amigos». Para Judith se trata de un servicio único que ha conseguido mejorar la calidad del producto y ajustarla a sus paladares aunque «sigue siendo el sabor tradicional de toda la vida».
En su pueblo, no solo ella acude a González Romero para conseguir los productos de la matacía. Cuenta que es común y que gran parte de la localidad recurre a ellos para esta labor. «Por nuestra parte, estamos encantados de que nos ayuden a poder mantener esta tradición y estilo de vida», añade.
Una sorpresa
A muchos kilómetros reside Dante Antón, en Barcelona. En su caso, llevaba tiempo buscando un chorizo sin aditivos y en Cataluña no lo encontró, por lo que esta posibilidad para él fue «un gran hallazgo».
«Me sorprendió mucho que puedan hacer un embutido a la carta, es algo que no te esperas», explica. Lo hicieron entre un grupo de amigos y comenzaron la experiencia en primavera. Entre los cuatro marcaron los ingredientes, realizaron una primera cata y después ajustaron aquello que menos les convencía. «Acudimos a sus instalaciones y realizaron el embutido ante nuestros ojos. No sabíamos que esto se podía hacer y menos estando presente en el proceso», añade.
«Para nosotros fue una gran experiencia. Pusimos la creatividad y nos dejamos apoyar en su saber hacer. Nos emocionamos tanto en el proceso que hasta creamos nuestro propio cordón y logotipo». Dante confiesa que comenzaron siendo cuatro amigos, pero cada vez se suma más gente al proyecto tras probar su embutido. Fue algo que crearon de la nada y piensan que «quizá hemos creado una receta para nuestros nietos».
Ya están pensando en cuál será el próximo embutido que realicen aunque cada vez gana más puntos la idea de elaborar un salchichón o un fuet. Sin duda, para él ha sido todo un descubrimiento que le ha dado mucha satisfacción y le ha hecho divertirse: «Hacer un chorizo con unos amigos, disfrutar del proceso y después saborearlo es algo que no tiene precio».
«Las diferencias económicas entre un embutido personalizado y uno que no lo está, no son exageradas. Puede ser de cerca de 50 céntimos el kilo», señala el gerente de González Romero, Enrique Romero.
Comentan que hay personas que traen su receta preparada de casa, otros buscan sabores similares a los de zonas como Soria o Salamanca, y otros no tienen muy claro lo que quieren. Sin embargo, «les servimos lo mejor posible para que cada uno se vaya con su embutido especial».