Viernes, 20. Día séptimo
Al séptimo descansó, dicen. Pues va ser que no. Me llama mi hermana, se ha contagiado y la van a ingresar. Y su marido, enfermero, apenas sale del hospital. Quiérese decir que me traen a mi madre. A mi casa; que tiene una única cama, grande, pero una.
Aprovechan el traslado de mi hermana en ambulancia para acercarme a mi madre y hacerle el test. Previsor, le he pedido a mi madre que se traiga algo de menaje de cocina. Por si acaso.
Mi madre, que se quiere volver al pueblo, llega a casa perfectamente pertrechada. No sé si para escaparse al Pirineo o para pasar largos meses de hambre. Trae una cacerola como para dar de comer a todo el edificio. La he llenado de víveres y cacharros de cocina, que tú de eso, poco, me dice con razón y como excusa, cuando ve que apenas puedo levantarla del suelo.
Tengo curiosidad y aprovecho una botella vacía para medir el volumen de la olla: veinte litros. Pienso en veinte litros de sopa de cocido. Me deprimo, pero sonrío.
La instalo en mi dormitorio, qué remedio. Y pienso que fue una buena idea que mi ex me obligara a comprar un buen sofá cama, aunque entonces era para cuando venía su hermano a vernos.
Moverse no se mueve mucho, mi madre, no el sofá, pero parar, tampoco para de dar mal. Me sonríe mientras se empeña en hacerme la cena. Me niego rotundamente. Se atrinchera en la cocina. Pactamos. La haremos a medias. Que quiere decir que ella ordena y yo trabajo, debido a su avanzada artritis.
Tengo tortilla de patata, presumo inconsciente. ¿Dónde? En el congelador. Pero, jauto, ¿a ti no te han explicado que las patatas no se pueden congelar? Pongo cara de asombro y arrepentimiento a la vez.
Que te vea cómo haces otra. Me pongo a pelar la patata con evidente torpeza. Toma inútil, y me ofrece un artilugio que según ella sirve para pelar patatas. La verdad es que es bastante cómodo, simple, pero cómodo. Superada la primera fase, corto las patatas en rodajas. Pico la cebolla con la maquinita que compré. Aybá dai, manos de árbol, me dice. A cuchillo, córtala a cuchillo, para que no saque el jugo. Me pondría a llorar, pero la cebolla es de Fuentes; me quedo sin excusa. Pico como me dice.
¿No tienes calabacín, o pimiento verde, para darle algo de alegría? No, mamá; chorizo, si quieres. Que es una tortilla de patata, no de chorizo, contesta. Presumo de mi doble sartén.
No tienes pelador y sí esa tontada que solo sirve para manchar más. No acierto ni una. Hacemos la tortilla en la sartén de siempre. Tiene le justo punto de sal, qué misterios.
Vemos –ve, yo alparceando en la tablet− Supervivientes. Cuando dan la una, protesta por lo tarde que es –me acuesto siempre a las once, dice− y decide acostarse. Me inflo de Neflix y me duermo. Sospecho que mañana será un día muy duro.