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CÓMO COME. Javier Vázquez

COMO COME

Periodista, sí –se le puede escuchar en Aragón Radio–, pero también actor, escritor de teatro y novelista, presentador de diferentes eventos… en definitiva un contador de historias, que disfruta con ellas, casi tanto como de sus viajes a Lisboa y Portugal, un país del que está enamorado desde hace mucho tiempo. los cafés y las pensiones zaragozanas son también protagonistas en su primera novela  Tango para una asesina en la que describe la Zaragoza de 1910. intenso, leal a sus amigos, cotidiano y humilde cocinero que solo se viene arriba cuando recibe invitados; entonces, sí, se aplica a los fogones.

Sorpresa ante la degustación de pizzas. FOTO: Gabi Orte / Chilindrón.

Me gustaría volver a probar el arroz de mi madre

 

Puntual en un día de compras navideñas llega Javier Vázquez a la cita. Como confesará después, solo acude a los establecimientos de la gente que quiere y Cristian Georgita le ha seducido tanto por sus pizzas, como por su desbordante personalidad. «Dottore», saluda sonriente como muestra de respeto y afecto al periodista, simbolizado en un potente abrazo.

Georgita ha decidido la comida por los tres y, de nuevo, vamos a experimentar la agradable sensación de un menú degustación basado en la pizza y la cocina italiana de trattoria. Eso sí, sin frutos secos ni berenjenas, ni ciertas frutas, pues Vázquez sufre algunas alergias alimentarias, que «más de una vez me han llevado al hospital». Ahora va siempre provisto de su pastilla antihistamínica, que a veces debe utilizar como hizo después de despacharse una única cereza del Malumbres, «que parecía Claudia Schiffer». Le pudo la pasión, como casi siempre.

Aquella Zaragoza

Su novela se ambienta en la Zaragoza de 1910, la que vivía todavía del impulso de la exposición hispano francesa, y cuyos diferentes ambientes describe gracias a un misterioso asesinato, cuyo autor descubrirá la protagonista, la Bella Ibor, emperatriz de los teatros, que ha regresado a su ciudad natal para vivir en una pensión con vistas al Pilar.
«Es una época de la historia de Zaragoza que siempre me ha motivado mucho, pero he tenido que documentarme en algunos aspectos». Por ejemplo, descubrió que de haber tres cafés en la ciudad, coincidiendo con la Exposición Aragonesa pasó a tener 21.

Y también reprodujo algunos de los menús históricos de los hoteles de la época, aunque «era del Oriente lo coloqué en el Hotel de Inglaterra, que estaba en la calle Alfonso, y me venía mejor para la trama». También descubrió el hotel Regina, que se hizo para una exposición aragonesa previa, de 1868, «el primero de confort en la ciudad. Estaba en la calle Bruil, Luego fue sede de Gobierno civil, creo que también un colegio y finalmente acabó siendo el Don Yo», en una de esas paradojas que tanto le gustan.

Allí la incipiente burguesía aragonesa disfrutaba del «ti a las faif o clock, así españolizado, que era puro postureo, y reunía a la gente bien de la ciudad».

Datos que ha volcado en la obra «de una forma natural, para ambientar», pero sin olvidar tampoco a la gente popular, los que frecuentaban cafés y bares y, en muchos casos vivían en pensiones como la que retrata, con su abuela como fondo.

Pizzas ligeras para comenzar el menú degustación. FOTO: Gabi Orte / Chilindrón.

Las abuelas

Vázquez rezuma recuerdos de sus abuelas. Con la que acudía a la huerta, o la que cocinaba cantado, a la vez que alargaba los alimentos. Precisamente ella ha inspirado a su personaje doña Teresa, la dueña de la pensión La Paloma. «Está siempre guisando y cantando una jota u otra canción, que le marcaba el tiempo que necesitaba para cocer el plato». Como su abuela, que «era más de platos de cuchara», pero es otro plato el que añora el periodista.
«Mi madre falleció hace tiempo y me gustaría volver a probar el arroz que hacía mi madre. Se pasaba toda una mañana sofriendo el tomate, cada elemento que iba a ir a la cazuela, sofriendo, apartando… Empezaba a las nueve y a las dos de la tarde nos comíamos el arroz».

Confiesa que «me gusta cocinar para amigos, en muchas ocasiones recetas portuguesas, pero para mí no cocino». Elabora generalmente «cosas frías y rápidas, cebiches, comida japonesa, todo ese tipo de cosas».

En condiciones normales «preparo todo el sábado, turnándome para cocinar con mi padre, ya que vivimos juntos. Hago la lista del menú semanal y aprovecho el fin de semana para cocinar: macero el atún para el cebiche, preparo los acompañantes de la pasta. Y así en un hora lo termino cada día».

Para comprar «necesito mi tiempo». Cuando vivía en Barbastro igual estaba una hora, pero no me gusta que me hablen. «Tenemos un verdulera de cabecera, mi Mari Carmen de la calle san Miguel, con la que me gusta mucho tener charradicas o con el pescatero. Pero el charcutero está en el mercado de Coimbra, es uno de los dos puestos que quedan. Allí descubrí los yogures de Villa Villera.

Actor de vocación

«Realmente yo quería ser actor, pero no convencí a mis padres y tuve que estudiar una carrera. Pero nada más llegar a la universidad, me apunté al grupo de teatro y en eso estamos». Actor, periodista, escritor, presentador… «Soy muy echado para adelante, temerario. Tentadico, si me dicen quieres, digo sí, siempre».

«Cuando salgo a comer voy a sitios de amigos. A La Piedra, al Café de Martino, el restaurante donde está Corita, la Parrilla de Albarracín… Soy muy ecléctico en gustos y va mucho por rachas».

Donde no parece tener dudas es en el vino. «Me gusta mucho el vino, no hago ascos a ninguno, pero si he de beber que sea tinto». Recuerda una actuación de Marisa, la cantante de fados, cuando se bajó del escenario durante una actuación para cantar entre público «como si fuera una taberna portuguesa, con un vino rojo, el vino es siempre rojo»; se reafirma «esa es mi teoría». Aunque confiesa que quizá no haya tenido buena suerte con los blancos, «me siento más cómodo con los tintos».

El desayuno es importante para Javier Vázquez. «Tomo siempre un pomelo, a veces café con una gota de leche, o una infusión que los portugueses le llaman carioca de limón, que es agua infusionada con la cáscara de limón. Y dos tostadas de pan del día anterior con un chorro de aceite». Luego se va al gimnasio y repite otra tostada, esta vez con un té.

Puede que sea un homenaje a su «alma portuguesa», país que conoció gracias a un amigo y al que vuelve siempre que puede. «La primera vez me horrorizó el cilantro, pero ya lo tengo asumido. Se trata de educar al paladar».
Lo que ha conseguido al disfrutar por primera vez con el romanesco. Algo que su intolerancia le impide hacer con frutas y determinadas verduras, como la berenjena. Pero «me niego a dejar de comer cosas que me gustan»

 

Javier Vázquez compartiendo el postre, una crosttina de crema pastelera, con Cristian Georgita. FOTO: Gabi Orte / Chilindrón.

La comida > 22.2  Gardi Pizza al taglio

Aunque Javier Vázquez fue quien eligió esta singular pizzería para la comida, fue su propietario y pizzero, el genial Cristian Georgita quien decidió el menú, una selección de sus especialidades que van mucho más allá de sus singulares pizzas, presentadas en forma de menú degustación, maridado con diferentes cervezas artesanas. Por supuesto, con la aquiescencia del invitado, más de vino –tinto– que de cerveza, pero siempre abierto a las sugerencias.

Así, mientras Georgita atendía también al público que acudía a por su pizzas, abrió boca con una inusual y divertida Croqueta de lasaña, deliciosa, maridada con una cerveza refrescante, la artesana Bachiella de jengibre. La primera tanda de pizzas, acompañada por una IPA Basqueland, consistió en la de tomate con burrata; cebolla marinada con queso de cabra; y champiñón con queso caciocavallo; suaves y delicadas las tres.

Como segunda entrega, dos singulares foccacias: con alcachofa, caciocavallo ahumado y chipirón uno, con romanesco, burrata, anchoa y pimentón, el otro. Cristian logró que el periodista, poco amante de las crucíferas, disfrutara de ellas por primera vez. La Bachiella IPA también contribuyó a ello. De ahí a una de las especialidades de la casa, la pizza al taglio con patata. Una con embutido de cabeza, remolacha, rábano y apio, la otra con porchetta y mahonesa de mostaza y menta. Realzadas por una cerveza Reale italiana.

Y como sorpresa final, la pizza de fabada, todavía en proceso, acompañada por la Isaac Baladin, que promete sorprender a muchos paladares. De postre, también elaborado en la casa, una Costrina de crema pastelera con frutos rojos, postre ocasional en el restaurante, que compite con su ya afamado tiramisú.
Una vez más, Cristian demuestra que es posible disfrutar de un menú degustación de pizzas y similares, con productos de temporada, y sabores que van in crescendo, desde los sutiles y ligeros a los más contundentes.

Duquesa Villahermosa, 42. Zaragoza. 976 961 790. Reservas. Horario: de 9 hasta cierre, 23.30 horas. Cierra lunes.  Vacaciones, dos-tres semanas en agosto. Ración de pizza: entre 1,90 y 3,90 euros. Pizza completa, 14 raciones, 8 personas: entre 26 y 45 euros. Pueden ser raciones variadas o de dos sabores, al gusto. Menú del día: 9,90 euros. Admite tarjetas. n Admiten reservas. Aparcamiento público, en el Teatro de las Esquinas.

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