Domingo tras domingo, el presidente Lamban va sumando puntos ante sus ciudadanos. En esta ocasión ha prometido incrementar el aforo de bares y restaurantes hasta el máximo del 50% que le permite la ley, mientras que protesta, algo demagógicamente eso sí, por el incremento de los precios en los supermercados, mientras los productores cobran menos que antes de la crisis.
Por su parte, Elena Allué, convaleciente aún el consejero, presentó el plan de choque para el turismo en Aragón, con el apoyo de todas las asociaciones del ramo.
Es de agradecer este interés por el sector, especialmente cuando las elecciones se presentan muy lejanas.
Un sector en el que, lentamente, van abriendo bares y restaurantes, pero menos de los que podía esperar este tapao. Eso sí, descubrir quiénes ofrecen servicio se está convirtiendo en una tarea detectivesca, a pesar de los esfuerzos de los chicos de igastroaragon por colgarlos en sus redes. Parece obvio que ni siquiera una crisis como ésta convence a nuestra hostelería de la necesidad de comunicar, más allá de colgar alguna información en sus respectivas páginas de Facebook.
Quizá estén los hosteleros todavía más pendientes de lamentarse, que de afrontar el duro futuro que viene. Pero la realidad es la que es y habrá que amoldarse a ella. Y, como sugerencia, podrían analizar lo que se hace en otros lugares del mundo, como recabar los datos de los comensales –siempre con su consentimiento−, para prevenir posibles contagios o aquí mismo, como la sugerencia de acudir al restaurante en grupos de al menos cuatro; buena idea, señor Machín. Incluso hay quien, manteniendo las medidas de seguridad, ya propone la primera cata física para esta misma semana. ¡Chapeau Castro bar!
Negar lo que hay y lo que habrá –esto va para largo, no se engañen, señores− es el mejor camino hacia la extinción. Y necesitamos seguir contando con nuestros bares y restaurantes.
Sabíamos que la sal era mala para la salud, por más que resulte imprescindible para potenciar el sabor de la comida, pero no tanto.
Lo que no hemos sabido hasta ahora era la importancia de la sal en la propagación del coronavirus. Los alemanes, tan aplicados como siempre, según informa El País, han descubierto que el contagio del virus del paciente 4 al paciente 5, que se giró en la cantina de la empresa, estaban de espaldas en mesas distintas, y le pidió el salero al anterior. –la paciente cero era una china que había llegado para una reunión y, por cierto, el 12 fue el que fue aislado poco después en un hospital canario. Y todavía hay quien se indigna ante la obligatoriedad de servicios individuales en esta fase de apertura del interior de bares y restaurantes. Un simple salero.