Desde luego en estos tiempos de oscurantismo cada uno en su reclusión se entretiene como puede. Y los cocineros –ese tipo de Homus Inquietus por naturaleza– que tenemos nuestro puesto de trabajo censurado sí o sí, pues nos aburrimos especialmente.
¿Qué es lo que nos hemos puesto a hacer en casa?
Leñe. Pues a cocinar, claro que sí. Pero de vez en cuando lo que es el matar el tedio, luchar contra el hastío… paliar el aburrimiento vamos, pues puede ser un acto de consecuencias impredecibles.
Ayer sin ir más lejos, en el chat de cocineros al cual soy asiduo –un friky de toda la vida– los compañeros comentaban cosas curiosas.
Mi amigo Ángel nos describía apesadumbrado cómo en pleno ataque de actividad e inquietud se puso a hacer maravillosos guisos con todo lo que tenía por casa.
Y lo cierto es que Angelito es uno de los más brillantes y deliciosos cocineros de Aragón, pero… su esposa –bastante más razonable– le increpó que ahora tenían más guisotes de los que podían comer. Si es que vamos a lo loco, Angelito…
Otro compañero, David, añadió su peripecia. Él se había puesto a hacer pan en casa.
Una genial colección de diversos panes. Epic fail. A él le llegó la querella de modo pragmático ya que su pareja le increpó que el momento de comprar el pan era el único del día en el que podían salir a la calle cinco minutos. Qué iban a hacer ahora con pan para toda la semana…
Y es que todo acto conlleva unas consecuencias.
Al mediodía hablaba con mi amigo Roberto y miren… algo parecido. Se pegó toda la mañana preparando una menestra de verduras naturales –uno de los más imponentes platos de nuestra gastronomía–, pero para cuando la jefa de la casa se había dado cuenta… era demasiado tarde. El bueno de Robe se había cepillado en un abrir y cerrar de ojos la verdura de toda la semana. Ahora había una carretada de menestra.
A Josefina le ha pasado con la ensaladilla rusa. Ahora tiene en su casa un montón de ensaladilla rusa natural –otra maravilla de la gastronomía– y tan sólo son dos personas. Encima, como le dijo su marido, «pero si ni siquiera hace calor».
Con estos pensamientos y anécdotas, me retiré a mi cocina a ver lo que había para hacer.
Ni corto ni perezoso agarré a mi hijo –no, no lo cociné– y le propuse ponernos a hacer helado. Como bien dice el marido de Fina, no hace calor, pero el helado apetece en cualquier época del año, supongo.
Nos hicimos un genial helado de galletas Chips Ahoy, que están de moda.
Cuando la dueña de la casa se dio cuenta… nos comentó que tenemos en los congeladores helados para regalar a todo el pueblo y todavía nos sobraría.
Amigos cocineros y cocinillas… tranquilos. Vamos a ponernos el Netflix o una plataforma de esas… y la comida, día a día.
Yo por ejemplo hoy, me voy a ver una serie… mientras como helado.