Que esto va para largo es bien sabido. Y quienes formamos parte de la gran familia agroalimentaria y gastronómica tenemos que ser conscientes de ello. Llegarán las vacunas, sí, y nos las inyectarán, pero vamos constatando que el ritmo no depende tanto de nuestros sistemas sanitarios, sino de la logística de poderosas empresas foráneas, que juegan a lo suyo, generar beneficios.
El debate sobre qué hacer en Semana Santa, visible y tristemente politizado de forma partidista, continuará durante bastantes días. Pero nadie nos recuerda que lo no prohibido, necesariamente es obligatorio. Quiérese decir, que cuando desconfinaron Zaragoza, por ejemplo, no nos empujaron a concentrarnos en Anento o el Moncayo, cual si paseo de la Independencia se tratara. Sépalo, ya, habrá más semanas santas, como más temporadas de esquí, conciertos, etc.
Tendremos que acostumbrarnos a vivir el aquí y ahora, al albur de unas reglas, contradictorias en ocasiones, bien intencionadas las más, que se modifican continuamente. Hagamoslo.
Ya podemos salir a bares y restaurantes hasta las diez, con una horita para volver a casa. Cierto es que antaño era la hora en que nos sentábamos a la mesa, pero hogaño toca replegar. Salgamos sí, a cenar, pero antes, sintámonos resignadamente europeos, aunque sea por prescripción gubernamental. Si hemos sobrevivido a unas vacaciones en Francia o en Alemania, donde se alimentan a esas inverosímiles horas, seremos capaces de lograrlo en nuestra propia localidad.
La hostelería lo necesita. Si queremos, a la vuelta, disfrutar de nuestro secular modo de vida, debemos preocuparnos por rescatar la especie hostelera, en claro peligro de extinción. Mas salir a disfrutar y consumir en nuestros bares y restaurantes no implica que lo hagamos todos a la vez y en el mismo sitio. Recordemos, lo no prohibido no es obligatorio.
Pero sí debería ser una imposición moral, personal y no impuesta, contribuir a que no desaparezcan esos espacios donde fuimos tan felices. Conocimos quizá a nuestra pareja, nos enamoramos, volvimos con los hijos o los padres. Vivimos, en definitiva. Vuelva ahora para poder seguir volviendo siempre. Con mesura.