Publicamos los dos relatos ganadores del Primer Concurso de Microrrelatos de Slow Food Zaragoza, en colaboración con Alimentos de Aragón y Comparte El Secreto.
El ganador, Javier Delgado disfrutará de una Experiencia gourmet en la Hospedería El Batán, en Tramacastilla de Albarracín, mientras que la segunda, Elisa Mateo ha recibido una cesta de productos alimentarios representativos de las tres provincias aragonesas.
En próximos números se irán publicando el resto de relatos que llegaron a la final del mismo.
Tesoro verde de Aragón
Se acercaba su mejor amigo para abrirle la puerta. Al final pajarita. Quiso cerrar una última vez los ojos y recordar.
–Esta es la mejor hora para regar, hija.
Separando los ojos del libro observó a su padre. Cualquier camiseta raída y pantalón largo (manía). Caminaba torpemente entre sus verduras y hortalizas. Aquellos últimos días lo hizo descalzo. –Estoy anclándome a la madre tierra, estamos sintiéndonos– le había dicho ante su asombro.
Tras leer por cuarta vez la misma frase levantó la vista y lo vio señalar con el azadón.
–Estas borrajas se quedarán aquí para vosotras.
–Papá, ¿me cuentas otra vez aquello del tesoro verde de Aragón?
Le devolvió a la realidad el ¡plonc! de la manecilla mientras un último recuerdo se desvanecía.
Tantas tardes-noches limpiando y preparando borrajas con esmero, ya fuese para casa o para regalar. –Un trabajo ingrato pero él era feliz así, chica–. Palabra de su madre.
Miró con entusiasmo su regazo. Advirtió que un pequeño resto de tierra del ramo le había manchado el blanco e inmaculado puño de encaje. El florista había aceptado el trabajo a regañadientes. –Será mi primera vez– aseguraba.
Acariciando una hoja sintió los minúsculos pelillos. Anoche, cenando una pequeña parte con los cinco sentidos (tal y como él le enseñó), lloraba murmurando –:Me prometiste que esperarías hasta este día, papá.
Agarró la mano que la ayudaría a bajar del coche. El primer flash. A falta de un fotógrafo dos.
Respiró profundamente y se dijo –: Va por ti.
Javier Delgado Sevillano
Una cuestión de mirada
Ella masticaba con calma su rebanada tostada de pan de leña, sabrosa y de corteza crujiente, con una chorradica de aceite de oliva del Bajo Aragón, una pizca de sal y coronada por unas frescas y jugosas rodajitas de tomate rosa de Barbastro. Cerró los ojos para que ningún otro sentido interrumpiese el sabor. Él cortaba con rabia grandes pedazos del ternasco al punto que yacía en su plato y miró con pesimismo aquellos dos lánguidos pimientos asados, uno a cada lado, que parecían un triste e irónico ornamento funerario.
–Sé que todo irá bien. Lo sé– decía ella, con la mirada concentrada en su botella de cristal transparente de agua de Lunares, como si este objeto fuese la fuente de su clarividencia.
–No lo veo nada claro– contestó él bruscamente, con la mirada perdida en el contenido de su copa de vino tinto del Somontano, como si la opacidad de esta bebida alcohólica nublase su percepción.
–Sin ánimo de ofender, creo que tu perspectiva no es la más adecuada– concluyó ella.
Elisa Mateo Guillén