Es lo que tienen los eventos presenciales, como la presentación el pasado miércoles de Gastro Tapas, que reunió en la terraza del Aura, manteniendo por supuesto las medidas de seguridad, a un nutrido grupo de profesionales hosteleros zaragozanos.
Y se descubre que muchos de ellos piensan en el futuro de sus negocios. Algo se está cociendo en nuestros restaurantes y no es comida. Estos largos y duros meses han traído consigo, además de tiempo para la reflexión personal y profesional, otro tipo de costumbres, que quizá se queden para siempre. Algunos estudian seriamente ponerlas en marcha, por más que lo ideal sería que las adoptara la totalidad del sector, algo que parece inalcanzable, dada su idiosincrasia.
Por ejemplo. Seguir cerrando a una hora determinada los establecimientos, sean las doce o la una. De entrada, ello daría más vida y energía a los locales de ocio nocturno. Pero además, como decían el miércoles, racionaliza el horario de todos, y los propietarios y trabajadores se muestran más satisfechos y productivos.
Más, el horario ‘nonstop’, ya implantado en numerosos restaurantes europeos. Una idea sencilla y brillante a la vez. El establecimiento escalona sus servicios a lo largo del día, por ejemplo, de una a ocho de la tarde, con una cocina siempre activa. Así, el cliente puede disfrutar del servicio a las cinco o las siete de la tarde, probablemente con precios más reducidos en algunas franjas horarias.
Implementar horarios fijos para el servicio de comidas o cenas, como se hace en determinadas ocasiones de alta demanda, facilita el trabajo en la cocina, optimiza costes y quizá fuera capaz de reducir los precios al público.
Jamás en su historia la hostelería española ha sufrido un trauma como este. Según retornemos a la normalidad, muchos –no los que han cerrado– pueden volver a sus antiguas estructuras, pero otros optarán por innovar, por mantener lo bueno aprendido en estos meses. Apostaremos por ellos, pues son la única alternativa para mantener una restauración personalizada y de calidad.