Este esperanzador 2021 ha sido declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, como el Año Internacional de las Frutas y Verduras, por ser alimentos que nos proporcionan abundantes nutrientes, refuerzan el sistema inmunológico y contribuyen a reducir el riesgo de contraer muchas enfermedades.
Todo el mundo sabe lo que es una verdura porque hasta el propio nombre casi lo dice, pero si preguntamos cómo definirla, seguramente no lo harían o nos contestarían, «pues, las coles y las lechugas…». Y es que el término verdura no responde a una clasificación botánica, simplemente se refiere a las partes verdes –tallos y hojas– de aquellas plantas comestibles conocidas como hortalizas y que son cultivadas en los huertos.
Con las frutas sucede lo mismo, siempre hemos estudiado que el fruto es el ovario fecundado, transformado y maduro, que contiene semillas en su interior. Ampliando más la definición, entendemos como fruta la parte comestible del fruto, que generalmente es dulce y carnosa, pero que también puede resultar seca y oleaginosa.
En nuestra dieta, las frutas y hortalizas son los alimentos que nos aportan una mayor cantidad de vitaminas. Algunas de ellas actúan como antioxidantes, esto quiere decir que retrasan nuestro envejecimiento celular. También poseen ciertos minerales –hierro, calcio, magnesio, zinc…– que se engloban en los llamados agentes fitoquímicos, que nos protegen del riesgo de padecer afecciones crónicas como anemias, osteoporosis, inmunodeficiencias…
No podemos dejar pasar por alto los pigmentos llamados betacarotenos, considerados como provitamina A y responsables del color anaranjado de las zanahorias o las calabazas, así como la luteína de las espinacas. Igualmente, merece una mención especial el licopeno del tomate, pomelo o sandía, cuya ingesta está relacionada con una menor incidencia en enfermedades coronarias en los países desarrollados.
Últimamente se habla mucho de otros compuestos fitoquímicos que, sin ser de carácter nutritivo, son beneficiosos para nuestra salud. Por ejemplo, la quercetina de las cebollas y el resveratrol de las uvas, ambas son polifenoles que pueden bloquear respuestas alérgicas, intervenir como antiinflamatorios y como diuréticos.
La fibra alimentaria, tanto de las frutas como de las hortalizas, contribuye a la reducción de los niveles de colesterol, a la regulación de la función gastrointestinal, a combatir el estreñimiento y, por lo tanto, a una menor incidencia del cáncer de colon. De los hidratos de carbono, el más abundante es la fructosa, que es de menor valor calórico que otros azúcares y se considera como un prebiótico que favorece a la población bacteriana beneficiosa –probiótica– que se desarrolla en el colon con efectos deseables para nuestro organismo.
Todas estas propiedades positivas se ven realzadas si las frutas y hortalizas que comemos provienen de huertos, lo más cercanos posibles a nuestro entorno, porque sus características organolépticas adquieren mayor intensidad al proceder de cultivos perfectamente adaptados edafológica y climáticamente, conservando su frescura, al mismo tiempo que reducimos gastos de envasado y, lo más importante, disminuimos nuestra huella de carbono.
Por todos estos beneficios para la salud y muchos más, se han hecho campañas en España como la de 5 al día, con el objetivo de incrementar el consumo de estos alimentos frescos, vistosos, saludables y sabrosos en toda la población empezando desde la infancia. Al existir tanta variedad de frutas y hortalizas, que se pueden comer de tantas maneras diversas, cada una en su temporada correspondiente, resultan un auténtico festín para nuestros sentidos y un seguro de vida para nuestro organismo.