El 21 de octubre era protagonista de una triste noticia, «Cierra Casa Pascualillo, el emblemático bar del Tubo».
Más de 80 años en marcha,
tres generaciones de restauradores y víctima, como tantos, de la pandemia del coronavirus.
Al nieto del fundador, Guillermo Vela Álvarez, marino de profesión, le tocaba bajar la persiana del reconocido local zaragozano.

vin Guillermo Vela pascualillo GOC

Guillermo Vela es un apasionado de los vinos andaluces. FOTO: Gabi Orte Chilindrón.

 

¿Cuál es su primer recuerdo relacionado con el vino?
En mi familia eran cosecheros. Teníamos viñedos y una bodega en Viana, en Navarra, y el vino que se servía en mi casa lo hacíamos nosotros. Recuerdo que cuando traían el vino, era una fiesta. Teníamos un almacén en la calle Vírgenes y llevábamos los bocoyes rodando por la calle. Venían los clientes a verlo y todo. Yo era niño, no lo probaba, pero sabía cómo se hacía.

¿Y su primer recuerdo profesional relacionado con el vino?
De chico, con 16 años, ya me tocaba ayudar a mis padres en algún momento crítico. Y después, claro, cuando acabé la carrera de marino y trabajé unos años, tomé las riendas de la empresa familiar.

Usted, ¿qué quería ser de mayor?
Lo que soy, marino. Me fui a La Coruña, acabé la carrera y navegué para muchas navieras. Ahora que lo pienso, llevábamos mucho vino, de Portugal a Suecia, o a Brasil y Argentina. Desde Cádiz, mucho Jerez. Recuerdo que en Argelia cargábamos un barco pequeño y llevábamos el vino a Marsella. Lo que ya no sé si lo vendían allí como francés. En la mar, se mueve mucho vino.

¿Por qué lo dejó?
Acabé el curso de capitán en 1982 y busqué trabajo, pero no había manera de enganchar, nos pilló la crisis de los ochenta. Mi padre se jubilaba y me volví.

¿Cómo le explicaría qué es la felicidad a un niño de siete años?
Jugar en el colegio, tener amigos, que te quieran tus padres…

¿Qué parte de responsabilidad tiene el vino en su felicidad actual?
El vino es un placer, degustarlo con amigos, la familia, con una buena comida.

Lo de hablar de las emociones del vino ¿es solo marketing?
Yo en eso soy duro. La literatura del vino nunca me ha gustado. El vino se hace en una bodega, lo sirve un camarero y te lo bebes. Para mí, el vino bueno es el que me gusta y punto pelota. Y luego miraré la etiqueta e intentaré comprarlo. Hay mucha gente que quiere ganar dinero con libros sobre vino, lo respeto, pero no lo entiendo. Un vino bueno lo descubre cualquiera. Cuando era joven, ya animados, me jugaba con mis amigos rondas a distinguir con los ojos tapados tintos, claretes y blancos y, a la primera, no he visto acertar a nadie. No pongo en duda a los expertos, algunos son unos portentos, si se dedicarán a las vacunas, imagínate.

¿Se sigue disfrutando del vino cuando se trabaja con el vino?
Sí, claro. Cuando te dicen que está bueno o lo has servido bien. También se sufre con los que te devuelven botellas porque creen que no está correcto.

Dicen que todos los españoles llevan dentro un presidente del gobierno y un seleccionador de fútbol. ¿También llevamos ahora un sumiller?
Pues el fútbol no me gusta. Puede ser, no sé. Yo soy muy sencillo para beber. Soy tan raro que bebo rosado aragonés. Si voy a Valladolid o La Coruña y, lo veo, lo pido. Y si no hay, pues no pasa nada.
¿A quién invitaría a un vino? Personaje histórico, público o alguien de su entorno…
Pues mira, a amigos y clientes de la farándula y el teatro. Al zaragozano Jorge Usón, a Els Joglars, Boadella y Ramón Fontsere, al grupo La Zaranda. Son gente amable, te diviertes. Les suele gustar el vinito.

¿La cultura marida bien con el vino?
Por supuesto, pero degustándolo.

¿Y quién cree que no se merece ni olerlo?
En esto no me voy a mojar. Te diré el oficio: la política.

¿A quién le debe un vino? (Cita pendiente)
Debo muchos a amigos y familiares porque con la pandemia hemos dejado de celebrar cumpleaños y otras fiestas familiares.

Cuando se hablaba de cierres en hostelería por la pandemia, ¿pensaba que le tocaría a Pascualillo?
No lo había pensado. Al trabajar en la mar, esos años cuentan más. Me podía haber jubilado antes. A mí, me ha jubilado la pandemia no la edad. Las perdidas eran terribles. Te comes los ICO, los perico, pones dinero de tu bolsillo y tienes que decir hasta aquí.

¿Las penas con vino son menos?
Pues en casa no bebo vino. Pero si salgo, claro. Cuando alterno, soy de clarete. En Aragón hay bares sin rosado aragonés. Y fuera, intento pedir aragonés. Una vez, en Madrid, en un restaurante de finolis nos ofrecieron la carta de vinos, la miré y dije «una cerveza». Y mi mujer le explicó al tipo que lo hacía porque no tenían ningún vino aragonés.