Si ya dicen que las prisas no son buenas compañeras… La verdad es que si les preguntas a los abuelos del lugar, te dirán que ya tienen todo el huerto plantado.
¿Saben lo que tengo yo plantado a día de hoy? Las aromáticas. Bueno, y un pino piñonero que según mis cálculos comenzará a dar piñones en el 2050. Cómo se van a poner mis nietos de comer piñones. Como ardillas.
Todos los yayos me decían hace ya un mes y medio que iba tarde para plantar las cosas. Lo que no dicen es nada al respecto de las tres heladas que han caído desde entonces y cómo les habrá quedado lo sembrado.
Mis buenos amigos los guardas forestales, me están aconsejando sobre el huerto y yo… pues lo que me dicen ellos. No faltaba más.
Esta semana, cuando ustedes estén leyendo esto, acabaré de poner los ajos, las cebollas y las patatas. Ya, soy un sacrílego. No pongo las patatas para san José. Qué le vamos a hacer, no soy muy de santoral.
Y la semana que viene, empiezo con los calabacines, para carpaccio; la calabaza, cabello de ángel y crema, por supuesto; las judías verdes y los tomates; ahhh! los tomates, qué maravilla.
Y cuando lo veamos conveniente, plantaremos los pimientos, las piparras, las guindillas, los pepinos y las berenjenas.
¿Y cuándo? Cuando dicte la temperatura, no cuando me lo diga san Leoncio, ni cuando la luna esté en fase poliedral.
¿Qué luego no me sale nada? Les prometo que les iré informando. Pero soy optimista. Soy el revolucionario del huerto. ¡El Pancho Villa de las hortalizas, el Karl Marx campestre, el Mandela de la verdura, el Che Guevara de la agricultura!
Bueno, no. En realidad no me relaciono para nada con la palabra agricultor, pero no conozco ninguna más bonita que hortelano. Me encanta esa palabra.
Revolucionemos el huerto.
Lo malo de los revolucionarios es que suelen morir asesinados, pero quiero pensar que si todo sale bien…
Lo peor que me puede pasar es terminar como Camilo Cienfuegos, que este por lo menos se estrelló él solito y no lo mató nadie; o vamos, eso se dice.