El aficionado a la gastronomía vive estos días en una espiral de estímulos. Entre las ofertas que se agolpan, desde media mañana puede disfrutar de la Liga de la Tortilla; al mediodía, la Ruta del Vermú para comer la ruta del cocido y también para cenar las propuestas del Certamen de restaurantes o el Festival de los cachopos, algunos de los cuales se extienden más allá de la capital. Pero también el Certamen de hostelería de Huesca o las jornadas de la fruta de Valtorres. Eventos que se suman a los muchos celebrados en pasadas semanas.
Es cierto que la evolución de la pandemia, y las ganas de personal por volver a tomar la calle ha propiciado esta concentración; pero no lo es menos que también se demuestra el potencial organizativo de nuestros colectivos del gremio para organizar de forma simultánea. Asociaciones empresariales, publicaciones como Gastro Aragón, empresas particulares, ayuntamientos y empresas se encuentran detrás de estas convocatorias. Que presentadas de forma coordinada explicitaría la amplitud de la gastronomía aragonesa, mucho más dinámica que la de otras comunidades. Que quizá se basan más en el atractivo de sus establecimientos, que en las propuestas colectivas.
Antaño se hicieron diferentes amagos de festivales, auspiciados desde varias instituciones, pero nunca han llegado a cuajar. Ahora que quizá Zaragoza sea capital iberoamericana de la gastronomía sostenible, pueda servir para mejorar esta coordinación y falta de difusión más allá de nuestras fronteras.
Cualquier viajero que llega hasta aquí se sorprende de la variedad de eventos que pueblan esta tierra, precisamente porque lo ignoraba. Probablemente es complicado coordinar tan diferentes actos —y casi imposible calendarizarlos con tiempo—, pero alguien debería asumir dicha tarea. Poner el cascabel a ese gato tan vivo y movido, para que se escuche más allá del Ebro y vengan a descubrirlo.