Pasión por los fesols y mucho más
En línea con las actuales tendencias, la cocina del restaurante del hotel La Fábrica de Solfa apuesta decididamente por los productos locales. De hecho, disponen de su propio huerto, que trabajan, donde crecen, junto a otras hortalizas, los recuperados fesols de Beseit, una variedad de alubia blanca; mucho más fina, al parecer gracias al agua fría con la que crece.
Kike Nicolau, natural de la cercana Valderrobres, es el titular de los fogones, a los que ha llegado –influenciado por sus abuelas Piluca y Flora– tras diferentes estancias por restaurantes españoles y aragoneses y la correspondiente formación reglada. Lo que le garantiza un amplio conocimiento tanto de la alta cocina, como de la popular.
Desde hace tres años diseña una carta –que cambia con frecuencia– donde combina los productos del entorno con una cuidada elaboración y presentación, atento también a las tendencias más en boga. Prueba de ello es su Ramen de ternasco, donde aragonesiza el popular plato callejero japonés, tan maltratado en muchos establecimientos.
Sin embargo son los fesols su producto fetiche, siempre presentes en la carta, de una forma u otra. Los probamos en forma de crema y también con gamba roja –el Mediterráneo está muy cerca– y pimentón de la Vera. Pero también pueden aparecer como humus, ensalada o guiso en invierno.
La versatilidad del cocinero se muestra en platos como la Ensalada de bacalao, sardina de casco y aceituna empeltre con salsa romescu o el Pez de san Pedro al orio de tomate y alcaparras. Juegan también con carnes locales, como el conejo o el cordero, sin olvidar el cerdo turolense. Y Kike se suelta en los postres, sabrosos y divertidos, sin excederse con el dulce. Con propuestas como la Tarta fluida de queso con frambuesas o la Panna Cotta de te de roca con su helado y crumb de canela. Una buena manera de concluir su menú degustación, por 48 euros, o el diario, de 38 euros.
Interesante carta de vinos en los que, nuevamente, priman los de cercanía, igual que los avceites que proponen para probar.
Todo ello en un luminoso y amplio comedor, con vistas sobre el río Matarraña, en el que el cliente desearía permanecer durante largo tiempo.
Anualmente suelen celebrar tres jornadas gastronómicas, centradas en las setas –octubre–, la trufa, a principios de año, y otras centradas precisamente en el fesol. Y durante el verano, de viernes a domingo, las noches de Solfa, un menú a la fresca, por 40 euros, incluido el gin-tonic
De papel
Aunque se llame Fábrica de solfa, en realidad lo que se fabricaba aquí era papel, una de las especialidades de la localidad. Solfa es como era conocida, de ahí su nombre.
Los hermanos Javier y Alberto Moragrega la recuperaron de las ruinas hace once años, convirtiéndola en este hotel que hace bandera de su lema: Para disfrutar sin prisas. El entorno, a la vera del río Matarraña, al lado del puente que lo cruza, así lo auspicia.
Bregados en el turismo activo, han adoptado la filosofía Slow Travel para su hotel, que dispone de ocho habitaciones –ojo, sin televisión; no hace falta–, cuyos nombres responden a las fabricas papeleras que otrora florecieron al lado del río. De ahí que sea preciso dejarse aconsejar por el personal del hotel, tanto para conocer los numerosos atractivos del entorno, especialmente el Parrisal, pero también el pantano de la Pena, el propio río Matarraña, etc.
Habitualmente organizan actividades, desde exposiciones a catas, jornadas, degustaciones, etc., abiertas a todo el público.
La ficha
La Fábrica de Solfa | arrabal del puente, 16. beceite | 978 850 756. | Horario: de 13.30 a 15.30 y de 20.30 a 22 horas. | No cierra lunes. | Menú degustación Solfa: 48 euros. | Menú del día: 38 euros. | Precio medio a la carta: 35 euros. | Admite reservas. | Admite tarjetas. | Terraza. | Platos para llevar. | Buen acceso discapacitados. | Fácil aparcamiento.
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