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Delicioso

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 Como nombre propio alude a una película francesa, que todavía puede verse en los cines zaragozanos; considerado como adjetivo, puede aplicarse al visionado de la cinta –¿puede escribirse cinta al hablar de cine en estos tiempos digitales?–, que se centra en el nacimiento del actual concepto de restaurante.

Ubicada temporalmente unos días antes de la caída de la Bastilla, con los movimientos revolucionarios como leve telón de fondo, muestra como el cocinero de duque de Chamfort. caído en desgracia, decide transformar la taberna en la que malvive –donde lo importante es atender a los caballos y, simplemente, llenar la tripa de los viajeros con la única comida que se hubiera preparado ese día– en un lugar donde ofrecer un cuidado menú, posibilitar la elección y el servicio individual de platos –cobrando por ellos–, mejorar el vino, disponer mesas separadas, etc.

Historia o literatura, la película –con perdonables licencias gastronómicas– recrea ciertamente el nacimiento de los ‘restaurantes, ya que que, con la abolición de la nobleza, numerosos profesionales de la cocina se quedaron literalmente en la calle. Para sobrevivir fueron abriendo estos nuevos establecimientos, donde desarrollaron sus conocimientos.

Uno de ellos, quizá el más conocido, fue Boulanger, que abrió en 1765 y que, según uno de los primeros gastrónomos, Brillat-Savarin «ofrecía al público un banquete listo a toda hora… a precio fijo… según el pedido del cliente».

Allí se podía leer en latín «Venite ad me omnes qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos» –Venid a mi casa hombres que tenéis el estómago débil y yo os restauraré–.

Y de ahí, la actual palabra restaurante. Que, como se ha visto, nace en tiempos convulsos. Quizá en estos, no menos confusos, sea también el momento de replantearse un concepto que apenas ha cambiado sustancialmente en más de 200 años. ¿Abrir todas las noches esperando clientes que nunca llegan? ¿Ofrecer unos horarios desorbitados por amplios? ¿Admitir reservas sin mayores condiciones? ¿Disponer de cartas extensísimas? Veremos.

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