Por más que nos quejemos, con razón, de la mala calidad de la información que llega a la población, lo cierto es que hechos importantes, que igual antes pasarían desapercibidos, consiguen interesar a la mayoría. Quizá comenzara como una simple foto a la carta que fue circulando por las redes, pero la noticia ha saltado a prensa, radio y televisión.
Resulta que la cadena andaluza de hamburguesas Grillaera publica en la segunda página de su carta las condiciones laborales de sus empleados. Que, según el convenio de hostelería de Málaga, asciende a 1430 euros líquidos a percibir, por una jornada de 40 horas, amén de los 537 euros que la empresa aporta a la Seguridad Social, como es de ley. Ejemplo, por cierto, que podrían remedar empresas periodísticas, supermercados, tiendas, etc.
¿Debería ser noticia? No, pero lo es. Con parte de razón, la ciudadanía estima que la hostelería, de forma general, trabaja en negro, lo que pertenece al pasado en la mayoría de los establecimientos. Nóminas, facturas y escandallos son cada vez más una parte importante del trabajo del empresario hostelero.
Hay, por supuesto, quien sigue estafando a sus trabajadores, como también existen camareros que rehúyen del contrato como de la peste. Más vale dinero en mano que futura pensión o prestaciones sociales por parte de la Administración, deben, insolidariamente, pensar.
Por otra parte, diferentes hosteleros tratan de sensibilizar a sus clientes que lo que cobran por la copa de vino o la caña incluye, no solo lo ingerido, sino el alquiler del local, la energía, los sueldos, la vajilla, las servilletas, la limpieza, los impuestos, las vacaciones, etc.
Como clientes hemos de asumir, que la hostelería tradicional, la de largas jornadas a cargo de una familia, por ejemplo, está en extinción. Y más allá de las franquicias, que se las ingeniarán –faltaría más– para ofrecer precios más reducidos, quienes opten por mantener sus negocios deberán adaptar sus tarifas a los tiempos actuales. Y, de paso, profesionalizar su oficio. Ojalá.