Un empecinado conocido se empeñó hace unas semanas en comprarse unos zapatos de tafilete, como los que llevaba la chica del 17 en el famoso cuplé. Pero en vez de buscar una zapatería selecta donde encontrar este calzado elaborado con piel de cabras de menos de un año, se encaminó a una conocida cadena de equipación deportiva.
Allí porfió con denuedo con los dependientes que trataron de explicarle que solamente vendían toda suerte de maripis –o como se diga ahora–, botas de fútbol y para la nieve, etc. No se convencía. Tuvo que intervenir el encargado, ya de edad provecta, que tras una resignada disertación sobre las virtudes del zapato de tafilete, tuvo que acabar echándole del establecimiento con la amenaza de llamar a la policía.
Que ya tuvo contacto con mi conocido cuando llegó a intervenir para solucionar el bochinche que el mentado había provocado en una conocida pescadería Zaragoza, donde parece que no le querían servir un chuletón de buey.
¿Absurdo? Eso parece. Trasladémoslo a la hostelería, donde no solo hay profesionales estúpidos, sino también un siempre excesivo número de clientes cretinos.
Piden una reserva para seis en uno de esos restaurantes que solamente ofrecen sus menús degustación. Explican que uno de los asistentes padece diversas alergias, por lo que piden que le modifiquen el menú. El restaurante, amablemente, les explica que no modifican su menú en ningún caso. Es la política de empresa y su forma de trabajar, que permite ajustar los precios de los menús. Ante ello, quienes pretendían ir a un restaurante –que ofrece únicamente los platos que ha diseñado y elaborado– comienzan una campaña de improperios. Que si falta de profesionalidad, que si en un MacDonalds tienen más consideración –¡cómo si allí sirvieran pizzas o ramenes–, que si… Y por supuesto, pretenden vengarse con una campaña en redes, por más que en alguna ya han borrado su comentario, por incumplir las normas.
Si quieres peces, a la pescadería; tafilete a la zapatería. Y si te gusta elegir tu comida, ve a restaurantes con carta, que para eso se inventó. Eso sí, en los vegetarianos, por muchas opciones que ofrezcan, escasean los chuletones.