Los países europeos tienen unas de las cifras de esperanza de vida más elevadas del mundo, pero aún se enfrentan a retos muy significativos para alcanzar los objetivos marcados por los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, de las Naciones Unidas para 2030, especialmente aquellos relacionados con estilos de vida poco saludables –como la obesidad o el tabaco– o con problemas medioambientales que tienen un efecto sobre las tasas de mortalidad prematura evitable. Desde la perspectiva de la planificación pública, el revolucionario aumento de la longevidad que hemos vivido en el último siglo –y que se prevé que continúe en el futuro–, tiene importantes implicaciones en el estado de bienestar, especialmente en los países desarrollados, como el mantenimiento del sistema sanitario o del sistema de pensiones.
En este contexto, el objetivo del artículo es obtener una mayor evidencia sobre las fuerzas que guían la evolución de este indicador en el contexto de los ODS y sus tres facetas –económica, social y medioambiental–. Para ello, el artículo analiza la dirección y la magnitud de los efectos de los factores determinantes que contribuyen a explicar la esperanza de vida al nacer en 30 países europeos para el periodo 2008-2018 a nivel macro considerando efectos espaciales.
Los resultados muestran, como se preveía, que los factores económicos juegan un papel fundamental a la hora de lograr una mayor longevidad. En concreto, el artículo muestra cómo un aumento de la renta, del gasto sanitario, y del grado de globalización son factores que pueden potenciar una mayor esperanza de vida en los países europeos. Sin embargo, este estudio también concluye que las políticas públicas sanitarias deberían mirar más allá de los factores puramente económicos y abordar también las cuestiones sociales y medioambientales que pueden ser claves para lograr una mayor esperanza de vida. En concreto, en ámbito medioambiental, se concluye que la contaminación atmosférica tiene un impacto negativo en este indicador de salud, mientras que el grado de urbanización afecta positivamente. De hecho, los resultados apuntan a que esta última variable es la que tiene un mayor impacto sobre la longevidad. Esto implica que el mejor acceso a los servicios sanitarios en las zonas urbanas tiene un impacto positivo sobre la longevidad, compensando incluso los posibles efectos adversos que la mayor contaminación de las ciudades pueden tener sobre la salud. Por ello, los decisores públicos deberían fomentar un mejor acceso a los servicios públicos en las áreas rurales y apostar por un desarrollo territorial más equilibrado. Por otra parte, en el ámbito social, el estudio revela que la esperanza de vida está positivamente influenciada por el nivel educativo y negativamente por el grado de obesidad, siendo esta última variable la que tiene un impacto más fuerte sobre la esperanza de vida tras el grado de urbanización. Por ello, las instituciones europeas y los gobiernos nacionales deberían intensificar sus esfuerzos para combatir la obesidad fomentando dietas más sostenibles, un mayor grado de actividad física y, en general, estilos de vida más saludables.
Además, los efectos espaciales que se han considerado en el artículo muestran cómo existen sinergias entre países que hacen que las políticas públicas adoptadas en un país no sólo tienen un efecto sobre la esperanza de vida en ese país, sino también en los países que están a su alrededor. Este resultado subraya la necesidad de que las políticas públicas en Europa estén coordinadas de forma que las políticas públicas encaminadas a lograr una mejor salud en un país (por ejemplo, a través de un mayor gasto sanitario, o promoviendo dietas más saludables) puedan verse beneficiadas por las acciones públicas tomadas en los países vecinos.
Por último, el artículo lleva a cabo un análisis prospectivo en el que se obtienen proyecciones de la esperanza de vida para 2030 para distintos escenarios socioeconómicos. Los resultados prevén un aumento significativo de la esperanza de vida en los próximos años y revelan que pueden existir diferencias significativas en la longevidad de los países europeos si se opta por un modelo de desarrollo humano más sostenible y orientado al bienestar humano, en lugar de continuar con el modelo de desarrollo que se ha seguido hasta la fecha. En concreto, la esperanza de vida en el año 2030 podría ser 1,13 años mayor si se apuesta por un desarrollo más sostenible que si no se hace. Esto proporciona información muy valiosa para los decisores públicos sobre la necesidad de establecer medidas dirigidas a logar un modelo de desarrollo más sostenible que permitan compatibilizar una mayor esperanza de vida con el mantenimiento del estado de bienestar.
El artículo completo puede visualizarse aquí.