Recordaba hace unos días este periódico al aragonés Javier Yzuel, creador de los huevos fritos envasados. Lo que surgió como patente, tras un largo trabajo, destinado a la hostelería –donde el huevo frito debería alcanzar una temperatura de 75º, según la norma, en su centro, es decir, yema cuajada totalmente–, el ‘invento’ logró la confianza de Burger King, que lo sumó a una de sus hamburguesas.
Pero lo que parecía destinado a franquicias y grandes hoteles acaba de aterrizar en una conocida cadena de alimentación para ser comprado por el público en general. Sostiene Yzuel que de aquí a tres años nadie cocinará huevos fritos en su casa, porque es costoso y mancha mucho, entre otras sesgadas consideraciones.
Esperemos que se equivoque. Asusta pensar un mundo futuro en el que nadie cocine, ni siquiera ese socorrido par de huevos fritos. Cocinar nos conecta cotidianamente con lo que somos, seres vivos que deben alimentarse, y nos recuerda el largo proceso que recorren los alimentos hasta llegar a nuestra boca.
De la misma manera que todos deberíamos saber coser un botón –y no necesariamente confeccionar una camisa– o colgar un cuadro, tendríamos que ser capaces de elaborar un arroz, una verdura o esos huevos fritos. No se trata de ser ‘masterchefs’ o ‘maestros de la costura’ o expertos en bricolaje, pero sí de defenderse mínimamente de una forma autónoma. Tristemente la transmisión cultural de estas prácticas, a través de la familia, parece haberse perdido de manera indefectible, y no sabe uno si su inclusión en el currículo escolar, como reclaman otros, sería una solución.
Y nos despedimos con un párrafo conspiranoico. Quizá, tras la generosa –e ingenua, atrevida, estúpida– cesión de datos personales que hemos hecho para viajar gratis por el proceloso mundo de internet, se trate ahora de despojar a los humanos de sus habilidades personales, las que le permiten ser medianamente autónomo, para convertirlos en meros seres productores y consumidores.
De momento, esta noche, para cenar, dos magníficos huevos camperos o ecológicos, frito en cualquiera de nuestros aceites de oliva virgen extra, mojados con el mejor pan que encuentre.