–Ostras, Melchor. Vaya lista que llevo. Todos los que tienen el carné de conducir no me han pedido más que garrafas de gasoil.
–¡Bah! No te quejes. Recuerda hace unos años las camelladas que nos hicimos con el papel de váter y aceite de girasol.
–Ah sí. Aquello no tenía nombre.
–¿Y mascarillas? Anda que no llevamos mascarillas el año pasado. ¿O era el otro?
–Yo ya no sé ni en qué año vivo.
–Vamos al 23, Baltasar. Al 23.
–¡Bufff!, si es que nos vuelven locos.
–Hombre pues alimentar a estos mamíferos artiodáctilos tampoco sale barato, ¿eh? Y nosotros a ver a quién le pedimos un regalo, que tampoco nos iría mal.
–Escribe al gordo, que seguro que te trae algo.
–¿Al pagano? Que se quede en Laponia. Prefiero trabajar y comprarme yo lo que sea.
–Bueno, tampoco estamos tan mal. Este año no nos han subido el IRPF.
–Ya a nosotros no, pero a la gente ya ves. Luego que no paran de pedir milagros. Que somos los Reyes, no el niño Jesús.
–A mí me han encargado hasta bombonas de butano.
–¡Ah! Aquellos años llenos de bolsas de Barbies y de Masters del Universo. ¡Qué tiempos!
–Y las muñecas de Famosa, eh ¿No te olvides?
–¡Ah, sí sí!
–Este año de alimentación poco, ¿verdad?
–Sí. Yo cuatro jamones llevo. Queso nada.
–Hasta carbón llevo poco.
–Ya. Si es que los críos están asustaos. Ya ni se portan mal la mayoría.
–Los tiempos cambian, Gaspar.
–Pues sí.
–Pues nosotros ya podíamos cambiar un poco, ¿a lo mejor un coche eléctrico, que parece que ahorra más?
–¡Ah! que no lo dices por lo de contaminar.
–Sí, hombre, pero que hay que mirarlo todo, ya sabes. Poca tontería.
–Mira, a este que ha pedido cuatro garrafas de gasoil, le van a llegar tres, que tenemos que encender la caldera.
–Ah, pues sí. Dale, dale.
