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Reservas

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A raíz de la sentencia de un juzgado donostiarra, que ha avalado el cobro de 170 euros a cada uno de los tres clientes que no cancelaron su reserva en el restaurante Amelia, se ha reabierto la polémica sobre este asunto. Más allá de este caso concreto, donde el Amelia obliga a firmar una cláusula al reservar por la que se compromete a dicho pago –su ticket medio acreditado asciende a 288 euros–, estas incomparecencias de los clientes afectan a un número creciente de restaurante, habitualmente de nivel medio-alto y con no excesivas plazas.

Cuando compramos las entradas para el cine, el teatro o un concierto, pagamos todo su importe y queda como nuestro problema utilizarla, cederla, revenderla o romperla, sin que nadie se rasgue las vestiduras.

Hay que reconocer que muchos restaurantes –precisamente los que tienen problemas con las reservas–, ya no son lugares para saciar nuestro hambre, sino experiencias gastronómicas, palatales o como se les quiera llamar. Más cerca de un espectáculo, que de las habituales casas de comidas, en las que la reserva es asunto prescindible.

De ahí que sea imprescindible un protocolo, tanto para que el hostelero no sufra pérdidas –que tendrán que compensar otros clientes–, como para educar a los aficionados. Cuentan que hay una cierta moda o tendencia en reservar en varios sitios a la vez; y cuando se reúnen los amigos para tomar la caña previa es el momento en que eligen su restaurante, avisando al resto de establecimientos, en el mejor de los casos, de que no acudirán.

Cuando hace unas décadas los hoteles nos obligaban a firmar en blanco en aquellas bacaladeras de las tarjetas, protestamos, pero nos alojábamos igual. El hotel quería protegerse ante las mermas del minibar y otros gastos, sin que constara ningún caso de cargo indebido por parte del establecimiento.

Los restaurantes deben hacer valer su trabajo, estableciendo claros, sensatos y rigurosos criterios para estas cancelaciones, pues son actividades opcionales, y basta con no reservar y no acudir. Es otro de los pasos pendientes para la dignificación del oficio.

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