Relato ganador, obra de Lucía Bielsa, categoría estudiantes –IES Castejón de Sos, Huesca–
del III Concurso de Microrrelatos Jorge Hernández, de Slow Food Zaragoza, en colaboración con Aragón, alimentos nobles
Me llamo Joaquín, Joaquín Costa y hoy en día cada vez soy más conocido por mis revolucionarias ideas.
Hace unas jornadas el alcalde de Estadilla, don Mariano Blanco, me pidió que fuese a dar un mitin a la villa y fui a visitarlos.
–¿Qué ideas políticas tenéis? – les pregunté.
–Nosotros somos republicanos.
–¡Mentira! Porque en España no hay más que un republicano y medio. El republicano soy yo, y Lerroux que es solo medio republicano.
Luego me arrepentí de lo que dije, así que le dije a don Mariano que iría a dar un mitin. Él me respondió orgulloso que fuera, pero que lo daría en una pocilga.
Un día antes del mitin, ya en Casa Heredia, me agasajaron con una cena abundante. Hubo algo que llamó la atención de mi paladar y que no había probado antes: la trufa. ¿A qué se asemejaba su sabor?
Esos huevos trufados eran deliciosos. Me provocaba una sensación tan intensa que ninguna otra comida me había dado. Así que empecé a preguntarles cómo obtenían este hongo, sus características, dónde se criaba mejor,… Y les dije con certeza: «Cuidad bien este alimento y mantenedlo como un tesoro porque en un futuro, cuando todos lo descubran, será el diamante de las cocinas».
Hoy, después de haber dado un discurso privado junto a tocinos y cochinillos, sigo pensando en ese alimento que sé que tendrá un gran impacto en la gastronomía y sobre todo en el Alto Aragón. Ya sé que nombre ponerle: La Trufa de Graus.