Hoy les contaré la historia de alguien que conozco.
De hecho todos conocemos a gente de este estilo.
De esas personas a las que les gusta aparentar, ya saben.
Todavía tengo la duda de si es un rico pobre o un pobre rico, tendría que pensar en la diferencia real. Me pondré a ello.
El caso es que el Señor Monsieur, cuando se acerca al restaurante X –y esto ocurre un par de veces a la semana–, es incapaz de pedirse nada en absoluto de lo que haya en el menú del día. Nada es nada. Haya lo que haya.
Él tiene que pedirse siempre unas chuleticas de cordero, pero que estén fuera de menú.
Cómo va a comer el mismo menú que están comiendo los trabajadores, por dios.
Qué cosas tenemos.
Siempre la misma película. En cuanto lo ven entrar por la puerta en la cocina ya le echan las chuletas a la plancha.
El misterio real es que en el menú ha habido cosas maravillosas, lo he podido comprobar, pero es exactamente la palabra menú la que le repele.
A ver si lo van a ver bajarse de su cochazo con su chofer y lo van a pillar comiendo un menú del día. O quizás sigue la dieta de la chuleta y no puede comer otra cosa, en cuyo caso todo lo redactado hasta el momento resultaría inútil –aunque lo dudo–.
Otra de las cosas curiosas es que en los restaurantes caros de la ciudad no lo han visto aparecer en la vida. ¿Pobre rico o rico pobre?
Aparentar es peligroso. Te puedes perder las cosas bonitas de la vida como comer económicamente y muy bien –cosa que en España es posible–.
Defiendo la gastronomía bien hecha, ya sea un menú diario, una carta, un degustación o un plato combinado.
Invito a todo el mundo desde aquí a probar los menús de su barrio, pueblo o ciudad.
Hay ocasiones para todo, pero vamos a olvidarnos de eso de que el que come de menú es porque no tiene dinero para otra cosa porque es de una falsedad absoluta e indecente.
Hace ya años que los menús –no todos pero muchos– ya no son macarrones con tomate, ensalada variada y pechugas a la plancha con patatas fritas congeladas terminando con Contessa.
Anda, me acaban de pedir un menú ahora mismo. Les dejo tranquilos.
¡Un hojaldre relleno de bacalao, puerros y trigueros y una panceta ibérica asada a baja temperatura, marchandoooo…!