Visita a la bodega de CVNE en Laguardia

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El autor, junto al emblema de la bodega Viña Real.

La Compañía Vitivinícola del Norte de España, más conocida por sus siglas como CVNE, fue fundada en 1879 por los hermanos Raimundo y Eusebio Real de Asúa, empresarios originarios de Bilbao que decidieron trasladarse por problemas de salud hasta la riojana población de Haro, donde iniciaron la producción de vinos.

Una curiosidad: su nombre puede verse escrito en muchos sitios con U, aunque originalmente fue una V, debido a una errata de imprenta que se produjo en las etiquetas al inicio de sus tiempos. Tal vez para cuando se quiso subsanar el error ya era demasiado tarde o quizás a alguien le hizo gracia el cambio –lo ignoramos– pero a día de hoy supone la seña de identidad más original de la bodega, así como parte indispensable de su imagen corporativa.

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Destaca su famosa construcción cilíndrica de 56 metros de diámetro, que alberga la sala de elaboración.

El barrio de la Estación
La primera de las bodegas se construyó en el conocido Barrio de La Estación en Haro, La Rioja, y es a día de hoy la de mayor capacidad elaboradora del grupo con una producción media de cinco millones de botellas al año.
Los diversos edificios de esta bodega se ubican en torno a una plaza ajardinada muy acogedora, que le da al conjunto un aspecto como de patio de vecinos, por algo recibe el nombre de la aldea del vino. Las paredes de adobe, el adoquinado, los árboles y setos, la madera de chopo, todo tiene un encanto especial. Uno de esos edificios es una nave destinada a la crianza en barricas, pero no es una nave cualquiera. Se trata de una nave de 800 m2 sin una sola columna, algo relativamente frecuente en las construcciones actuales, pero su virtud radica en la fecha de construcción.

Esa nave fue construida hace más de cien años, concretamente en 1909 y el responsable de esa maravilla arquitectónica de principios del siglo XX es nada menos que Gustave Eiffel, arquitecto francés que ha pasado a la historia por la construcción de la torre parisina que lleva su nombre, pero cuyos trabajos en bodegas son absolutamente desconocidos, y que no se limitan a esta nave de CVNE en Haro, pues con anterioridad ya había participado en el diseño de la Real Bodega de la Concha de Jerez, Cádiz.

Laserna

En el otro extremo conceptual está la más pequeña de las bodegas pertenecientes a CVNE, Viñedos del Contino, en Laserna, Álava, concebida con el diseño propio de un château bordelés, casa solariega rodeada de 62 hectáreas de viñedo del que se autoabastece para la elaboración de vinos exclusivos de altísima calidad.

Laguardia

La bodega que completa el triplete y protagoniza el presente artículo es Viña Real, sita en la localidad de Laguardia, Álava, con una capacidad de elaboración de 2,5 millones de botellas al año.

Viña Real unifica sus 125 años de experiencia con los más recientes avances en innovación tecnológica. Esta bodega existe desde el año 1920, y toma su nombre del antiguo Camino Real que unía Navarra con Castilla. Construida en lo alto del Cerro de la Mesa, es obra del arquitecto francés Philippe Mazieres, hijo de bodegueros bordeleses. Las obras para la construcción se prolongaron durante siete años –1997-2004– y desde la distancia, la bodega tiene el aspecto de una gigantesca tina vertical semienterrada en la montaña.

El cuerpo principal de la bodega es su famosa construcción cilíndrica de 56 metros de diámetro, dividida en dos pisos, en el primero de los cuales se ubica la sala de elaboración, presidida por una enorme grúa circular, responsable de la alimentación de los 71 depósitos de acero inoxidable de entre 24 000 y 35 000 litros de capacidad, que se distribuyen a su alrededor. El ergonómico diseño de las instalaciones posibilita el manejo de la uva siempre a favor de la gravedad, minimizando el empleo de bombas y logrando así reducir los daños en el fruto, lo cual redunda en una disminución de los sabores herbáceos en el producto final.

El otro elemento protagonista son los denominados OVIs–objetos volantes identificados– depósitos de acero con capacidad para 6000 kilos de uva y curiosa forma, con la ayuda de los cuales se hace el transporte del fruto.
La uva con la que se elaboran los vinos de Viña Real procede de viñedos cercanos, aunque no todos propiedad de la bodega. La vendimia se realiza manualmente en la mayoría de los casos. En Viña Real todo el proceso de fermentación alcohólica se realiza exclusivamente en depósitos de acero inoxidable, a diferencia de la bodega de Haro, más tradicional, donde se siguen empleando tinos de roble.

Tras la formación del llamado sombrero, aproximadamente en treinta días, se inician los remontados mediante el uso de los OVIs a razón de 2-3 veces al día durante unos diez días. La segunda fermentación –transformación maloláctica– se efectúa en depósitos de hormigón en el caso de los crianzas y en barrica en el caso de los reservas y grandes reservas.

Las trasiegas se realizan con periodicidad semestral, manualmente en el caso de los reservas y grandes reservas, o mecánicamente debido al volumen de litros a mover en el caso de los crianzas. El proceso de clarificación final de los vinos se efectúa con levaduras, sólo en Viñedos del Contino se sigue utilizando el método tradicional mediante el empleo de clara de huevo.

El segundo piso de la construcción, justo debajo de la sala de elaboración, es la sala de crianza de reservas y grandes reservas. Cuenta con un parque de unas 2000 barricas y tiene una curiosa peculiaridad arquitectónica: las columnas están ligeramente inclinadas, de manera que dan al techo el aspecto de tener forma de carpa de circo, lo cual no es sino una ilusión óptica, porque el techo es absolutamente horizontal. Dos túneles colosales perforados en la roca acogen 20 000 barricas para el envejecimiento de los crianzas y ejercen las veces de botellero. Son en realidad dos gigantescos calados de 120 metros de largo y 15 metros de alto, para cuya construcción fueron utilizadas exclusivamente retro-excavadoras, desmontando así la falsa la leyenda urbana acerca del uso de tuneladoras.

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La bodega atesora un parque de unas 2000 barricas en el interior de sus instalaciones.

Los vinos

En Viña Real se elaboran vinos de gran calidad, se podría decir que son la clase media-alta de La Rioja.
Por número de botellas, el más importante y conocido es el Viña Real Crianza –tempranillo, graciano, mazuelo y garnacha– con catorce meses de barrica, un éxito de ventas año tras año.

El Viña Real Reserva se elabora en base al mismo ensamblaje de uva y tras su crianza de 22 meses en barrica, se convierte en el que a nuestro entender es el mejor vino de la bodega por su relación calidad-precio.
Un guiño al pasado y a los tradicionales claretes de Rioja es el Viña Real Rosado, original coupage de viura y tempranillo, mezcla de uva blanca y tinta de las dos variedades típicas riojanas.

Se elabora también un Viña Real Blanco monovarietal de viura, un minoritario Viña Real Gran Reserva y –por supuesto– el Pagos de Viña Real, vino icono de la bodega, monovarietal de tempranillo procedente de los mejores viñedos, vendimia manual, transporte en cajas, fermentado en depósitos pequeños, maloláctica en barrica nueva de roble francés, crianza de quince meses de barrica y trasiegas manuales. Sin duda el niño mimado de Viña Real, por algo tiene ese precio.

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Muestra de diferentes botellas de Viña Real.

La cata

La visita concluyó con la cata de dos vinos maridados con un poco de embutido. El primero fue el ya conocido Cune Monopole, un blanco monovarietal de viura seco, fresco, ácido y floral, que no dudamos que tenga sus admiradores
–entre los que no nos encontramos– pues preferimos blancos más aromáticos y complejos.

El segundo vino catado fue el Viña Real Reserva, clásico riojano donde los haya, con su fruta negra, su tabaco, su madera y sus especias finales. Delicioso. Como anécdota, comentaremos que unos compañeros de visita nos ofrecieron probar el Contino Graciano, monovarietal de dicha casta de uva, el cual nos pareció muy interesante, más en nariz que en boca, pero un poco sobrevalorado en precio.

Nos despedimos de las simpáticas y eficientes guías de la bodega. Antes de marcharnos, adquirimos para catar más tranquilamente unas botellas de Viña Real Crianza y nos llevamos la agradable sorpresa de que las copas con las que habíamos realizado la cata eran un obsequio para nosotros. Buen detalle de calidad por parte de la bodega.
Nos queda en el tintero Viñedos del Contino. Volveremos.