Para los muchos que siguen preguntándose por qué la gastronomía oscense sigue siendo puntera en nuestra comunidad, el ayuntamiento de la capital acaba de ofrecer un nuevo argumento. El encargado este año de lanzar el cohete con el que dan comienzo las fiestas de san Lorenzo es Raúl Bernal. Un «pastelero y chocolatero», como el mismo se define, al frente de La Paca, que ha ganado este año el premio al mejor bombón artesano de España. Toda una declaración de intenciones por parte del consistorio altoaragonés.
¿Recuerdan algo similar en Zaragoza? ¿Un pregonero relacionado con la gastronomía? ¿Siquiera un hijo predilecto o adoptivo? Los hay deportistas, músicos, escritores, cineastas, políticos, militares, profesores, destacados miembros del tejido social y asociativo. Pero desde la memoria del firmante no se recuerda ningún cocinero, maitre, sumiller, barman, coctelero o empresario de hostelería. Y hay decenas donde elegir.
Ahí radica una de las diferencias sustanciales entre ambas ciudades. Mientras en la septentrional la gastronomía se vive cotidianamente y se disfruta, se comenta en las calles, aquí parece contemplarse meramente como un aspecto lúdico, mero complemento de otras actividades culturales y festivas.
Tendremos que ir asumiendo en todo el territorio que la gastronomía, más allá de sus valores de desarrollo económico, la creación de empleo, su rol para atraer turistas, etc. es un valor cultural, amén de una poderosa seña de identidad.
Los saben bien en las comunidades vecinas, en países como Francia o Italia, pero aquí no acabamos de asumirlo. Quizá sea esta tendencia nuestra a fustigarnos, que hace que la oferta de cachopos o ramen en los bares y restaurantes sea masiva, mientras cuesta encontrar un pollo al chilindrón o unas humildes borrajas con patata.
Es cierto que en el mundo del vino, probablemente la avanzadilla del sector agroalimentario, sí hayamos alcanzado ese sentimiento de orgullo. Por más que algunos recordamos aún a ese prócer zaragozano que afirmaba que «el mejor vino aragonés es el de Rioja».
Hemos mejorado, sí, pero todavía es poco.