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Vacaciones

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Uno de los objetivos de las vacaciones es, obviamente, desconectar y descansar. Pero existen muchos otros, tanto si se sale de casa, como si no. Para los segundos, atados a su domicilio habitual, por trabajo o escasez de fondos, una opción interesante puede ser descubrir su cercano entorno gastronómico. ¿Por qué no acercarse a cualquiera de nuestros barrios para disfrutar de su hostelería? En Zaragoza, la Almozara, Torrero, Las Delicias o Las Fuentes esconden pequeños tesoros, generalmente a precios ajustados, que apenas visitan quienes no viven allí. Y lo mismo sucede con otras ciudades aragonesas. Sin olvidar la sencilla opción de coger el coche y lanzarse a descubrir bares y restaurantes de nuestros pueblos, y no necesariamente los considerados turísticos.

Existe todo un mundo, ahí fuera, a nuestro alcance, que le espera. Documéntese y se sorprenderá de lo que encuentra.

Si es de los afortunados que viaja este verano, déjese seducir por la comida local, huya de las franquicias, que ya las tiene en casa, y busque –aún quedan– esos establecimientos familiares, cercanos, que apuestan por los alimentos de su entorno, generalmente a precios razonables. Descubra el marisco en las abundantes fiestas gallegas, la fritura andaluza, los asados castellanos, las calderetas y el pescado mediterráneo y la variedad de la despensa del Cantábrico. O las excelencias de las cocinas francesa, italiana o portuguesa, si sale de nuestras fronteras.

Ya tendrá tiempo el resto del año para atiborrarse de macarrones con chorizo, arroz a la cubana, bistec con patatas o pollo empañado. Vea lo que comen los de ahí –fácilmente distinguibles de los locales– y pídalo. Descubra las sopas verdes, los cientos de variedades de gazpachos, las verduras locales, las carnes de cada territorio, sus embutidos, quesos y dulces tradicionales. Y tráigase algo para la vuelta, que es una forma de prorrogar el placer de viajar.

Ya que sale, disfrute y aprovéchese de una de las mejores gastronomías del mundo, la mediterránea, la nuestra, pero la de verdad. Y, por supuesto, con un buen vino local y fresquito.

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