Su primer recuerdo relacionado con el vino está en los viñedos de sus abuelos en Alfamén. En 1993, hace treinta años, Carlos Valero elaboró su primer vino. Dice que pronto supo que solo con un vino no iba a poder vivir así que, en 1995, fundó Bodegas Carlos Valero, hoy convertida en la mayor empresa distribuidora de vinos y espirituosos de Aragón. Sigue elaborando vinos y sigue intentando dar a conocer los vinos de la comunidad a través de todo tipo de experiencias. La última: Razimo, en el Palacio de la Aljafería el 12 de junio.
Por cierto, treinta años después de que él elaborara su primer vino, su hijo Hugo ha hecho lo propio con uva del viñedo de su bisabuelo.
«La verdadera emoción del vino está en disfrutarlo día a día»
¿Cuál es su primer recuerdo relacionado con el vino?
Mi familia siempre ha estado relacionada y vinculada al mundo del vino, y creo que mi primer recuerdo es cuando, de crío, iba a vendimiar con mi abuelo y mi padre en Alfamén. Y cuando parábamos a mediodía, nos comíamos las migas que había preparado mi abuela. Con la bota de vino, por supuesto.
¿Y su primer recuerdo profesional relacionado con el vino?
Recuerdo que fui a Barcelona a presentar los primeros vinos que habíamos elaborado, que sería el año 93. En un hotel, se supone, que había una misión de empresarios y compradores rusos. Fui al hotel, preparé una mesa, las botellas, preparé todo para la cata… Y cuando llegaron, resulta que era un autobús de jubilados de Kiev. Pero como ya estaba allí, les invité a un vino, les expliqué los vinos, estuvieron encantados e incluso una señora subió a la habitación y me bajó una matrioska de regalo. Me lo tomé con humor. A partir de ahí, solo podía ir a mejor.
Usted, ¿qué quería ser de mayor?
Yo, de mayor, como todos los jóvenes de mi generación, quería ser o piloto de Fórmula 1 o piloto del París-Dakar. Por suerte, soy apasionado del mundo del motor y he podido correr alguna edición de la Baja Aragón. El resto, un sueño de infancia.
¿Cómo le explicaría qué es la felicidad a un niño de siete años?
Le diría que la felicidad completa a lo largo de la vida no existe, que hay muchas etapas, que en algunas estas arriba; en otras, en medio; y, a veces, mal. Pero lo chulo de lo vida es ser siempre el mismo, disfrutar del camino y de las pequeñas cápsulas de felicidad cuando te vienen.
¿Qué parte de responsabilidad tiene el vino en su felicidad actual?
Me dedico a esto, estoy todos los días de la semana vinculado al sector del vino. Para mi, es una gran suerte en la vida dedicarme a algo que me ha apasionado desde siempre, siempre lo he vivido en mi familia. En el día a día, disfruto mucho del vino. Tanto aguas arriba en los proveedores, como aguas abajo con los clientes, y en celebraciones, con la familia, los amigos…
Hablar de las emociones del vino ¿es solo imagen?
Entender de vino para hablar de emociones es muy difícil hasta para los profesionales que nos dedicamos a esto. Yo creo que la verdadera emoción del vino está en disfrutarlo día a día, en la compañía, en los diferentes momentos, sin necesidad de vestirlo con el lenguaje. Emociones en el vino hay muchas. Yo siempre digo que, dependiendo de la compañía o el lugar, el vino sabe diferente. No sabe igual si te lo tomas con el bodeguero que lo ha hecho, en la bodega donde lo ha hecho y mientras te lo explica que con unos amigos después del trabajo. En los dos momentos hay emociones, pero diferentes.
Dicen que todos los españoles llevan dentro un presidente del gobierno y un seleccionador de fútbol. ¿También llevamos ahora un (falso) sumiller, alguien que cree saber de vino?
Lo del seleccionador, seguro. Lo del presidente, ahora está de moda. En cuanto al sumiller, gracias a Dios, el mundo del vino se ha acercado al consumidor, incluso a los jóvenes. Ahora, no hace falta ser un experto para disfrutar de vino. Por fortuna, cada vez hay más gente con criterio que no son profesionales.
¿Se sigue disfrutando de vino o la gastronomía cuando se trabaja con ellos?
Sin lugar a dudas. El vino es algo que nunca te cansa. Ahora que llega la campaña de la renta, no imagino que alguien que esté 12 horas haciendo declaraciones salga del trabajo y quiera seguir hablando de la renta. Pero nosotros estamos todo el día hablando de vino, pensando en el vino, trabajando con el vino… Pero salimos de trabajar y quedamos con nuestros amigos, nuestra pareja, o nuestros hijos a tomar un vino.
¿Qué le quita el sueño? ¿Qué tal duerme?
La verdad es que duermo bastante bien y, si me desvelo, lo primero que hago es ver si la web funciona correctamente. De mis principales preocupaciones es que pueda tener algún fallo ahora que el número de visitas es potente.
¿A quién invitaría a un vino? Personaje histórico, público o alguien de su entorno.
Ahora que me he acercado tanto a la Aljafería con motivo de Razimo, me tomaría un vino hace 500 años con los Reyes Católicos en el patio del palacio. Y con un deportista: Severiano Ballesteros, me encantaría.
¿Y quién cree que no se merece ni olerlo?
Ni los intolerantes, ni los maltratadores. Me parece que, si no son capaces de hacer feliz a una persona que se tiene al lado y le amargan la vida, no se merecen abrir una botella de vino por ellos.
¿A quién le debe un vino? (Cita pendiente)
Sin lugar a dudas, a Chema Gimeno, el jefe de protocolo de las Cortes de Aragón. Porque para organizar Razimo, que no es un evento fácil, nos está poniendo toda la ayuda del mundo con profesionalidad y dedicación. Es encantador y está haciendo mucho por este mundo del vino.
Qué tres cosas no pueden faltar en una noche perfecta de verano.
Buen tiempo, una buena cena italiana de Francesca y un buen rosado.
¿Qué le quita el sueño? ¿Qué tal duerme?
Desde el covid, no duermo muy allá, es una de las secuelas que me quedó. Pero tengo la conciencia muy tranquila. Como todos, tengo inquietudes sobre mis hijos, lo que les pasa a mis amigos, el trabajo. Pero descanso bien.
¿Qué ha hecho últimamente para hacer feliz a alguien?
Creo que abrir la Aljafería al mundo del vino con Razimo, donde esperamos que pasen entre 800 y 1000 personas. Que mucha gente se alegre de poder visitarla, pues aunque ya la conozca, nunca la habrá visto por dentro, en el Claustro de Santa Isabel. Experiencia, buen vino, sonrisa en la boca.
Tiene que mandar un mensaje de una conversación inacabada. No me diga a quién, pero sí qué pondría.
Ojalá nos veamos pronto.
¿Cómo se ve en diez años?
Pues, en diez años, llegaré a la edad de la jubilación así que espero verme tan bien como ahora.