Leído lo escrito al lado de esta columna, cabe preguntarse quién debería coordinar esta ingente cantidad de eventos que se suceden en nuestra comunidad, ordenarlos y ponerlos en valor más allá del Ebro. Dado que las entidades privadas, los organizadores, parecen incapaces de ponerse de acuerdo, suena sensato que sean las diferentes administraciones las que emprendan esta tarea. De hecho, subvencionan gran parte de las actividades, por lo que tienen poder decisorio.
En los últimos años, eran Turismo y Agricultura, desde el departamento de promoción, quienes se ocupaban, con mayor o menor coordinación, de atender estos asuntos. Ahora disponemos de una Dirección General de Turismo y Hostelería, y también Agricultura mantiene la sensibilidad hacia la gastronomía. De hecho, reunió hace uno días en una fiesta navideña a los productores aragoneses ‒excelente idea y mejor ubicación, en la Sala de la Corona, que hay que ir mejorando‒, contando con la colaboración de la inmensa mayoría de los cocineros estrellados de Aragón para ensalzar nuestros alimentos.
De momento, desde estas instituciones ‒y otras también activas en nuestro campo, como las diputaciones provinciales‒ apenas ha habido declaraciones de intenciones, buenas palabras y esperanzadoras promesas, como que el Turismo represente el 15% de PIB al final de la legislatura. Con los presupuestos aprobados será el momento de pasar a los hechos.
Pues, en la promoción de los alimentos locales, la gastronomía propia y un turismo diferenciado, quien no corre se queda atrás. Lo que no implica tomar decisiones precipitadas, sino enmarcadas en un plan general y transversal, diseñado para bastantes años. Y, por supuesto, consensuado con el sector y todas las instituciones. Un trabajo previo, poco visible, que resulta imprescindible para que las inversiones públicas resulten eficaces. Y ahí deberán entrar más actores, desde la actualización de las escuelas de hostelería, hasta los sindicatos del sector, pasando por los propios consumidores o el comercio, tanto el especializado, como las grandes cadenas.
Hay que correr, sí, pero entrenados. Faena hay.