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TINTA DE CALAMAR. Las nuevas generaciones

CULT96 Argiñano bn solarizado

 

Antes de entrar a hablar sobre el tema que nos va a ocupar he de confesarles, dilectos lectores, que uno en su ya larga vida ha recibido unas cuantas calabazas. No creo que la mayoría de ustedes se hayan librado siempre de tal suerte, en la vida lectiva o en la sentimental, alguien, profesor o profesora, amado o amada, nos ha dado calabazas. Y bienvenidas sean en esos primeros años de nuestras vidas y consiguiente aprendizaje. Incluso, si pertenecen a lo que se ha dado en llamar generación baby boomer, recordarán a la famosa Ruperta del programa Un, dos, tres, calabaza que amargaba a los concursantes que después de haberse esfumado el apartamento en Torrevieja y el automóvil, su premio era la calabaza, recogida tras la afirmación desconsolada: «No pasa nada, hemos venido a jugar».

Lo que no tengo tan claro es si todos ustedes han probado alguna vez una cerveza de calabaza o Pumpkin Ale. En cuanto llega septiembre cerveceros, sobre todo estadounidenses, se afanan en su elaboración para que estén disponibles en las próximas celebraciones de Halloween.

Las Pumpkin Ale se consideran cervezas de temporada, aunque su elaboración original fue producto de la necesidad. En el ya conocido por ustedes BJCP, incluyen estas elaboraciones en el apartado 30 de las Spiced Beer, cervezas especiadas y dentro de ellas, en el subgrupo 30B, en las Autumn Seasonal Beer, cervezas de temporada de otoño. Su origen se remonta a la época de la colonización por inmigrantes británicos de Norteamérica. Ante la ausencia del cultivo de cebada para maltear, así como de su importación desde Europa, los colonos buscaban entre las desconocidas frutas y hortalizas presentes en el Nuevo Mundo alguna de la que pudieran obtener los azúcares y almidones fermentables para poder elaborar cerveza, y la solución es la calabaza.

Personalidades históricas norteamericanas como George Washington, Thomas Jefferson y Benjamin Franklin hacen mención en sus escritos de esta elaboración y es, precisamente, a través de uno de estos documentos como renace este estilo tan particular.

Hacemos un vertiginoso salto en el tiempo, digno del De Lorean del Dr. Emmet Brown Doc en Regreso al Futuro y nos encontramos en Hayward en la zona de la Bahía de San Francisco, California, en la década de los ochenta del pasado siglo. Allí, en plena efervescencia de los cerveceros artesanales, el propietario de la Buffalo Bill´s Brewery, William Owens, se hace con una receta atribuida, nada más y nada menos que a George Washington en la que se utilizaba pulpa de calabaza en el macerado.

Basándose en la receta de elaboración de una Amber Ale y con el añadido de la pulpa de calabaza, se pone manos a la obra. Con el resultado final debidamente fermentado y carbonatado descubre que la presencia de la calabaza es apenas perceptible, la desilusión se dibuja en su rostro pero él, hombre pertinaz, emprende un nuevo intento esta vez añadiendo además las especias con las que se condimenta la pumpkin pie, tarta de calabaza. El resultado es satisfactorio y, he aquí que asistimos al nacimiento de la que podríamos llamar pumpkin ale 2.0.

La pumpkin es un tipo de cerveza de color ambar con toques de color naranja en la bien formada espuma, un tono inusual en la cerveza. Especiada, en nuestro caso, las que se utilizan en la elaboración de la tarta de calabaza: canela, jengibre, nuez moscada, opcionalmente clavo y algún otro fermentable como azúcar moreno o panela. Además, sabores de verduras en el ingrediente de especialidad, la calabaza o zapallo como la denominan en Latinoamérica. De perfil maltoso, el amargor y sabor a lúpulo apenas tiene presencia. De cuerpo medio y carbonatación moderada, la presencia alcohólica está generalmente sobre los cinco grados.

En un mundo cada vez más globalizado, en el que en fechas de difuntos celebramos Halloween como propio, más pronto que tarde veremos a Don Juan Tenorio con Doña Inés de Ulloa en la conocida escena del sofá compartiendo una pumpkin ale, para asombro de propios, extraños y de Don José Zorrilla

 

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