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Cocinar

 

Parece que una de los próximos logros laborales será la reducción de la jornada laboral en varias horas semanales. De forma optimista, muy optimista, cabría pensar que esa ganancia de tiempo la dedicará la ciudadanía a cocinar, ya que, al parecer, ahora no lo hacen debido a la falta de tiempo.

Basta contemplar de qué se llenan los carritos en los supermercados u observar la enorme circulación de recaderos de comida preparada cada tarde noche, no necesariamente festiva, para sospechar que la población dedica muy poco tiempo a cocinar. ¿Debido al trabajo?

Probablemente no. El personal no cocina porque no le da la gana, no porque no le dé la vida. Tenemos decenas de instrumentos para optimizar las labores culinarias y estamos menos tiempo en la cocina que anteriores generaciones, en la que también trabajaban todos los adultos de la familia. Eso sí, no había tantas pantallas en las que dispersar la atención y las horas.

La gastronomía se ha convertido en una moda y cocinar en una afición de fin de semana y vacaciones, donde los más avanzados se afanan en reproducir recetas ajenas y foráneas, sin que sepan elaborar unas alubias medianamente decentes o un simple estofado de carne. De hecho, los nuevos pisos tienen cocinas, más o menos grandes, porque lo exige la ley, no debido a la demanda de sus futuros ocupantes.

Compramos ultraprocesados de dudosa calidad nutritiva y nos hacemos traer a casa platos tan complicados como hamburguesas, pizzas, pokes ‒arroz con cosas‒ o ramenes ‒sopa con más cosas todavía‒ que apenas nos llevarían unos minutos de elaboración en la cocina. Pero guisar es perder el tiempo, son decenas de imágenes en Tik Tok que nos perderemos.

Así, poco a poco, vamos perdiendo nuestra relación con el alimento. Con los animales que nos dan de comer, y alguien filetea para nosotros; con los pescados que, sí, tienen espinas que hay que apartar; con las verduras que crecen crudas en el campo; con esa fruta que lleva piel. Si cocinar hizo al hombre, como acertadamente sostenía Faustino Cordón, vamos irremediablemente camino de la deshumanización.

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