No sé si a vosotros os sucede lo mismo, pero a mí los rosados me rechiflan. Desde siempre. Los pobres siguen relegados inmerecidamente a un segundo plano y para darse cuenta, como si se tratase de un sondeo así en plan cutre y directo, ¿hace cuánto tiempo que no descorcháis uno? Ahí lo dejo.
Su producción crece en el mundo y hemos pasado de 18 millones de hectolitros en 2011 a los más de 23 millones actuales. Francia y nosotros somos los jefes al respecto y entre los dos países sobrepasamos el 55% mundial. A España le corresponde el 20% del global y, sin embargo, consumimos muy poco –2,5%–. El rosado está renqueando. El pobre va a trompicones intentando abrir hueco. Y le cuesta.
¿Algún motivo en particular? ¿Cuál es la razón de ese estancamiento? ¿Por qué no termina de cuajar en el consumidor? No logro entenderlo y mientras pasan las añadas nadie da con la tecla. El rosado en nuestro país es, sin duda, el que mejor relación calidad-precio-placer ofrece. Alguno sobrepasa los 30 euros, pero no es lo habitual. Por debajo de los diez euros es donde se encuentra la inmensa mayoría y eso en tintos, blancos y espumosos no se cumple. Ni de coña.
Son vinos muy placenteros, generalmente bien vestidos, económicos, atractivos, con tonalidades más o menos pálidas… ¡¡¡lo tienen todo!!! Mientras los nuevos consumidores despiertan y los ya existentes lo arropan con más afecto, rompo una lanza a su favor recordando algunos de los que se elaboran aquí, en Aragón. Como es opinión personal, podéis hacerle caso o no, que la última palabra, como siempre, la tiene el gusto de cada uno.
Para mí el mejor es el 12 Lunas que firma El Grillo y La Luna en la DOP Somontano. Golosina pura a partir de syrah, con violetas, cerezas, fresas y una frescura alucinante. No se le puede pedir más. Está inmenso. Y Beco, director técnico de la bodega, lo clava año tras año. Chapó para el mayor embajador aragonés en lo que a rosados se refiere –insisto que es mi opinión–.
También del Somontano es el viejo roquero, el indiscutible, el que abrió el camino al resto en Aragón. Enate Rosado llegó al mercado en la añada 1992 y marcó un importante hito. Nunca antes había sucedido un fenómeno similar en Aragón con un vino rosado. Su enólogo, Jesús Artajona, todavía lo define como «un vino con alma de blanco y cuerpo de tinto que ha sido diseñado para jugar y ganar la liga de campeones».
Si nos vamos a Cretas, al Matarraña, encontramos el trabajo de los hermanos Monreal en Mas de Torubio. Mucha atención a ese proyecto y, puesto que vamos de rosés, a su Nueve Rosas. Está elaborado mayoritariamente con garnacha peluda –y una puntica de merlot– y rebosa frutas rojas y flores. Lástima que no se sobrepasan las 4000 botellas por añada, porque está exquisito.
Por último, aunque la retahíla de referencias sería mucho más amplia, hay que destacar el Anayón Garnacha Rosado, único en su especie por tener una crianza de seis meses en barricas americanas. No es habitual encontrar rosados envejecidos pero para muestra el botón que firma Grandes Vinos en la DOP Cariñena.