Hay muchas personas que pasan desapercibidas de los focos mediáticos, igual es por sus opiniones incomodas que remueven conciencias, pero que para muchos son referentes o modelos a seguir. Seguro que todos tenemos personas, en distintos ámbitos de nuestra vida, a los que seguir o leer.

En mi caso, uno de esos referentes a nivel agronómico es José Esquinas, que recientemente ha publicado el libro titulado Rumbo al ecocidio. Como frenar la amenaza a nuestra supervivencia, 2023, fruto de su prolongada experiencia vital y científica. No lo conozco personalmente, solo a través de sus publicaciones, las cuales no dejan indiferente a nadie. Igual por este motivo no tiene la repercusión mediática que debería tener, a no todo el mundo le gusta oír una verdad dolorosa en lugar de una mentira útil.

José Esquinas, hijo y nieto de agricultores, es un científico –ingeniero agrónomo y doctor en genética– y un humanista que ha dedicado treinta años de su vida a trabajar en la FAO, organización de Naciones Unidas para acabar con el hambre en el mundo. Todas sus publicaciones o entrevistas diseccionan sin tapujos la triste realidad en la que se ha convertido el sistema alimentario mundial, como él dice «antes se producía para alimentarse, ahora se produce para vender. Hoy no importa que se tiren los alimentos, cuanto más se venda y se compre, mejor». Esta mercantilización de los alimentos está consiguiendo, entre otras cosas, que el consumidor se desligue totalmente del medio rural, viéndolo como algo ajeno a la propia producción de alimentos, y sólo como algo exótico para pasar los fines de semana.

En sus múltiples entrevistas José Esquinas trasmite la importancia de la agroecología y de entenderla como un todo. «La agricultura no es y no ha sido sólo producir alimentos, esa es una de sus funciones. Pero es la única que se cotiza en el mercado. Las otras funciones como la conservación de la biodiversidad, la conservación de los recursos naturales, la producción de agua limpia y de aire menos contaminado, el desarrollo rural, el mantenimiento del paisaje… todas esas otras funciones de la agricultura no cotizan en el mercado. Cuando tú compras una manzana tienes que pagar no solo por el coste de producción de la manzana, sino también por el coste de conservar los recursos naturales que van a permitir a tus nietos seguir comiendo manzanas. Al agricultor no se le está pagando por el valor real de su trabajo. Por cada euro que pagamos en el mercado por un producto del agrobusiness o agroindustria, nosotros estamos pagando a través de impuestos dos euros más para paliar los daños medioambientales y a la salud humana».

Se le exige al sector agrario producir cada vez más, aunque se pague poco a los que lo producen, ya que como indicaba Esquinas, con grandes producciones se pueden hacer grandes ventas, aunque una parte de estas acabe en el cubo de basura. «El planeta produce un 60% más de alimentos de los que necesita, y aun así hay 35 000 personas que mueren como consecuencia del hambre al día. Un tercio de la producción agrícola mundial se desperdicia –en España 169 kilos por habitante y año–, y casi otro tercio va a malnutrición, a consumir mucho más de lo que se necesita. En producir los alimentos que no se va a comer nadie estamos utilizando anualmente a nivel mundial 1400 millones de hectáreas –28 veces la superficie de España si toda España fuera fértil–, la cuarta parte del agua dulce del planeta y 300 millones de barriles de petróleo. La emisión de gases invernadero derivada de la producción de los alimentos que no se come nadie, está teniendo un peso en el cambio climático del 12%».

El derroche de alimentos se traduce en un derroche de los recursos naturales, los cuales son limitados, por lo que espero que a estas alturas nadie tenga ya dudas que el modelo productivo y de consumo actual es de todo menos sostenible. Cuando yo compro, ya sean alimentos o cualquier otra cosa, estoy incentivando o desincentivando determinados tipos de producción, por lo que mi decisión va a tener una repercusión en la oferta.

A ver si esa fina unión entre lo rural y lo urbanita no se acaba de romper, manteniendo el contacto directo con los productores, ya que es la mejor manera para evitar el desperdicio de alimentos y de recursos naturales. Para terminar, como no puede ser de otra manera, lo haré también con una frase de José Esquinas «El consumidor puede transformar su carro de la compra en un carro de combate por un mundo más sostenible», como herramienta de consumo crítico, sin ninguna connotación bélica, igual que se propone desde la página web del mismo nombre, Carro de combate, también muy recomendable.