Se nota que están orgullosos de Amontillado Winebar, Solete Repsol y mejor bar de vinos alternativo de 2022 de España por International Wine Challenge. Querían un establecimiento con el foco puesto en el vino de pequeñas y medianas bodegas, para dar visibilidad a los vinazos que se hacen en Aragón y acompañarlo de comida. Abrieron en el peor momento, con la pandemia, pero Natalia Martínez y Rubén Martín, sus propietarios, se ponen de acuerdo para decir que están en un momento chulo, en «el sitio al que la gente quiere venir a dar catas».
«En Aragón se hacen vinazos»
¿Cuál es su primer recuerdo relacionado con el vino?
N.M. Recuerdo a mi abuela, en Zaragoza, cuando me preparaba la típica merienda de pan con vino y azúcar. Y a mi madre echándole bronca por darme esa merienda.
R.M. Yo recuerdo llegar a casa del colegio a comer y, daba igual si estaba padre o madre, porque siempre se abría una botella de vino.
¿Y su primer contacto profesional con el vino?
N.M. Cuando me marché a Chile a trabajar en el sector del vino gracias a una distribuidora increíble que me dio confianza y manga ancha para crear eventos, catas y transmitir al cliente lo que hacíamos. Fue el mejor primer contacto.
R.M. Mi primer día de trabajo en un comercio de alimentación, me hicieron cargo de la bodega sin saber nada de vinos.
Ustedes, ¿qué querían ser de mayores?
N.M. Esquiadora profesional, nada que ver con el vino.
R.M. Cada día una cosa diferente. Pero, en general, arqueólogo o escritor.
¿Cómo le explicaría qué es la felicidad a un niño de siete años?
Empiezan a coincidir. «No hay que explicarle la felicidad, hay que ponerle en un entorno en el que sea feliz. Y hablando del mundo del vino, la vuelta al campo, al origen, es importante en la felicidad de un niño» contesta Natalia. Con lo que Rubén coincide: «a un niño hay que dejarle ser niño y enseñarle valores como ese respeto al campo».
¿Qué parte de responsabilidad tiene el vino en su felicidad actual?
Ambos creen que mucha. Para Rubén «un porcentaje muy alto porque dedicamos muchas horas al día a este establecimiento y si no fuésemos felices con el vino, tendríamos un problema». Natalia asiente y asegura que «el mundo del vino es tan abierto que, si te hace feliz, siempre podrás crecer, formarte, participar en catas».
¿Se sigue disfrutando del vino cuando se trabaja con vino?
Más, reconocen los dos. Ella afirma que «lo que soy es más selectiva con los vinos que consumo y con la gente con la que me los tomo. Busco mejores referencias para ser más feliz. El sector está en un gran momento con vinos excepcionales. Y, en Aragón, ahora mismo, se hacen vinazos, así que es una suerte trabajar y disfrutar con el vino». Para él, «el trabajo nos permite disfrutar más porque tenemos la oportunidad de recorrer viñedos, asistir a ferias, rodearte de amigos viticultores».
Hablar de las emociones del vino ¿es solo imagen?
No lo dudan: no. Cree Rubén que «el vino tiene emociones por sí solas, buenas y malas, con el vino se sociabilizada y, por eso, hay emociones». Natalia incide que «no entendemos tomar un vino sin comer, el vino está en reuniones de familia,
amigos, y ahí siempre hay emociones».
Dicen que todos los españoles llevan dentro un presidente del gobierno y un seleccionador de fútbol. ¿También llevamos ahora un (falso) sumiller?
N.M. Por suerte, en mi entorno, no hay presidente de gobierno ni seleccionador nacional. Sumilleres sí, también por suerte, por la parte profesional. Pero sí, cada vez hay más gente que tiene iniciativa y quiere conocer el sector; pues estupendo.
R.M. Quizá lo que hay son más personas que saben un poco más lo que les gusta.
¿A quién invitaría a un vino? Personaje histórico, público o alguien de su entorno.
N.M. Al pintor Mark Rothko y, últimamente, he escuchado a la poetisa Amanda Gorman y me gustaría ver la visión que tiene una joven de la realidad que vivimos.
R.M. A Dostoievski, lo que no sé es si hablaríamos en ruso o en español.
N.M. A lo mejor, con una botella, él hablaría español y tú, ruso.
¿Y quién cree que no se merece ni olerlo?
N.M. Quien no entiende que el vino viene del campo y que necesitamos a su gente.
R.M. Con cualquier radicalizado, no quito ni el corcho. Hay que ser más abierto.
¿A quién le debe un vino? (Cita pendiente)
N.M. A una amiga.
R.M. Yo, aquí, me tomo muchos vinos pendientes. Quizá con mi padre, que ya no está y seguro que
quedaron muchos pendientes.
¿Qué les quita el sueño? ¿Qué tal duermen?
R.M. Duermo cuatro horas, así que son mías, no se las doy a nadie, ¡jajaja!
N.M. A mí, más allá de salud o la gente a la que quiero, me quita el sueño que Amontillado pierda
el concepto con el que fue creado. O que posibles cambios que hagamos no se entiendan.
¿Cómo se ven en diez años?
[Vuelven a coincidir]. Más mayores y aquí, contentos con haber hecho de nuestra pasión por el vino una profesión y parte de nuestra vida.