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Las garnachas de Palmeri Siclia

Los hermanos Jesús David y Eduardo Cuartero posan, con sus tres marcas, delante de las tinas donde esta naciendo –y macerando– el vino de esta cosecha.

Es una de las bodegas más singulares que ha surgido en estos quince años. Por su nombre, Palmeri Sicilia, en plena DOP Campo de Borja; por sus instalaciones, que combinan una remodelada bodega original −creada por su bisabuelo en 1944−, con las tradicionales bodegas excavadas en el cerro, que se cuentan por centenas en Tabuenca; y por la personalidad de los dos hermanos copropietarios de la misma, Jesús David, Eduardo y Rafael Cuartero.

Y por el propio origen de la bodega, que hay que buscarlo nada menos que en Sicilia, de ahí su nombre. David estudió el grado medio de enología en Madrid, «me enamoré del oficio e hice el grado superior en Cariñena, luego varios másters y luego he destrozado vinos por todo el mundo».

«Trabajaba como responsable de la bodega Tenuta Palmeri, en Avola, Sicilia, para una empresa suiza, Breitschmid-Heiniger y surgió la idea de asociarnos para crear una empresa conjunta en Tabuenca». Remodelaron las instalaciones, que se habían derrumbado por la carcoma a principios de los sesenta −enviando a partir de entonces la uva a la cooperativa− y en 2012 ya elaboraron su primer vino, procedentes de cinco hectáreas familiares, que han ido ampliando hasta las 18 actuales, todas ellas de garnacha, blanca y tinta.

«Solo teníamos tres tinas para trabajar −que los franceses son muy suyos y hasta que no pagas, no entregan; tienen mucha experiencia». Su primer vino fue el Palmeri Navalta, un crianza que salió al mercado tres años después, en 2015. Tocaba comercializarlo y cobrarlo a su precio, lo que fueron consiguiendo cata a cata, personalmente, convenciendo de su calidad a los futuro  clientes.

Posteriormente llegó Palmeri Adán, el gran reserva, del que elaboran unas 5000 botellas. Procedente de cepas de 40-50 años, tras doce meses en tina de madera francesa, donde macera y fermenta, reposa en barricas de roble francés y americano en la bodega escondida en el cerro durante tres largo años. Cuando se encuentra en su mejor momento, se vacían las barricas y se embotella. Y a esperar otros tres años para la siguiente añada.

Su última ocurrencia ha sido Palmeri Eva, un 100% garnacha blanca elaborado al modo del tinto, macerado con sus pieles. De ahí su color dorado, «aunque lo comparen con un orange o naranja, nosotros preferimos llamarlo brisado. Pero sí, tiene esos tonos naranjas».

Como hecho diferencial de la bodega, además de su carácter ecológico, destaca su trabajo en la maceración de las uvas. «Nuestras técnicas nos exigen una mayor selección de la uva, ya que estará mucho más tiempo en contacto con el mosto y el vino recién fermentado». Y tampoco «tenemos prisa en embotellar los vinos, que llegan al mercado tras varios años de maduración».

Una bodega singular e independiente, que ya ha obtenido numerosos reconocimientos internacionales y que promete grandes momentos a los aficionados a los vinos diferentes y nada trillados.

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