Si todo va según lo previsto, 2025 será el año del vino en Aragón. Confirmada Cariñena como Capital Europea del vino, este tapao está expectante ante un programa del que apenas nada se ha revelado de momento. Sí lo hizo, de forma más o menos general, aunque con amplio despliegue de medios en los antiguos depósitos de agua del parque Pignatelli –¿ironía?– el ayuntamiento de la capital aragonesa, avanzando algunos de los actos de Zaragoza, capital mundial de la garnacha. A la que algunos oscenses y turolenses denominan irónicamente Capital provincial de la garnacha, pues el consistorio parece haberse olvidado de que esta variedad también se produce en las provincias de Huesca y Teruel.
Nuevo –novedoso lo sabremos cuando se concrete– resulta el primer Festival Internacional de la Garnacha en torno al vino adelantado por la alcaldesa, Natalia Chueca, que se celebrará el próximo mes de junio, con «un completo programa repleto de catas, degustaciones y maridajes, abierto a la ciudadanía», según la nota de prensa, «que engalanará la ciudad desde la plaza del Pilar, pasando por el Tubo, y llegando a la plaza San Francisco, evocando la garnacha». Como se parezca al Festival Vino Somontano igual le denuncia el Consejo Regulador, que últimamente las DOP’s vinícolas aragonesas están muy por el asunto judicial. Ni que fueran políticos.
También parece original la creación de un viñedo de garnachas viejas procedentes de la provincia en el parque Macanaz, por más que en pleno París, en Montmartre, perviva un viñedo con algo menos de 2000 vides –aquí serán 129–, con las que elaboran vino. ¿Lo harán aquí?
Astutamente, el resto de propuestas aprovechan diferentes colaboraciones más o menos preexistentes. Como la del Concours Grenaches du Monde, que vuelve a Aragón tras su paso por el monasterio de Veruela en 2016, gracias al empeño de la DOP Campo de Borja. Se celebrará los días 5 y 6 de mayo, en Zaragoza y Cariñena, en la de momento única alianza conocida entre ambas capitalidades, más allá de las visitas enoturísticas anunciadas a Calatayud, Campo Borja y Cariñena. El resto del programa aprovecha diferentes colaboraciones, como la de Instituto Agronómico de Zaragoza, que organiza un congreso técnico; visitas de periodistas especializados y operadores turísticos a Zaragoza, de la mano de Turespaña; o las citadas propuestas de enoturismo.
Organizado por la Federación Española de Enología, el importante concurso VinEspaña, que se celebra en la Feria de Zaragoza los años impares, mientras que los pares viaja por el resto de España, no aparece en ninguno de los mentados programas. ¿No les han llamado o no lo consideran interesante?
Nada desea más este tapao que Zaragoza sea una ciudad amante del vino. Que se sirva bien, que haya variedad en las barras –garnacha, por supuesto, pero también otras variedades–, que abran más bares especializados, que los camareros sepan que también existe la garnacha blanca, que te cambien la copa y que esté limpia. Cultura vinícola en definitiva, de la que no andamos muy sobrados en los bares. De los restaurantes, tan solo de algunos, pero suficientes para qie el paisanaje que bebe sí podamos presumir. Tenemos magníficos sumilleres, con unas cartas de vino a la altura de los mejores establecimientos europeos, dentro de nuestra modestia provinciana, por más que seamos la quinta ciudad española en población
Parece que el editor de Gastro Aragón se ha pasado a esa red social que pretende sustituir a X, antes Twitter, BlueSky. ¡A ver cuánto dura! Y suscribe uno las palabras de su primer escrito: «Al parecer, en Aragón nos gustan más las estrellas que los soles, al menos desde el punto de vista gastronómico. Homenaje institucional a los primeros; olvido de los segundos». Y eso que este tapao es más de noche que de día, pero paradójicamente prefiere los soles a las estrellas. Están más cerca.
La Real Academia, en su última actualización de términos no se olvida de la gastronomía. Y aunque ocasionalmente derrapa al enfrentarse a las cosas del comer y el beber –debería buscarse algún académico que entienda del tema, como otrora hizo con el cine– no ha desbarrado en esta ocasión. Barista, frapé, infusionar, tabulé, umami, varietal o wasabi están bien definidas, al menos según el uso común en el sector.
De hecho, hace ya años que admitió la palabra táper, popular vocablo procedente de la marca registrada Tupperware, con sinónimos o afines como táper, tartera, fiambrera, lonchera, tóper. Quizá ahora que el fabricante de estos singulares utensilios ha entrado en proceso de quiebra
Decaiga la palabra, aunque no su uso doméstico.
Nos gusta Bodegas Barbadillo. Por su vinos, especialmente los singulares; porque respeta la personalidad de Bodega Pirineos integrada en el grupo desde hace tiempo y gestionada desde Barbastro; y porque le gusta el papel.
Aprovechando las navidades ha editado un periódico The Barbadillo News, sobre las actividades del grupo. Quizá sea efímero, aunque lleva el número 1 en su portada, y solo sea un detalle en estas fechas, pero sería bonito que lo mantuvieran, aunque apenas fuera un par de veces al año. ¡Da tanta grima ver el buzón vacío!
Grata sorpresa en la larga noche de las estrellas Michelin. Nada menos que tres de ellas vinieron a Aragón, en concreto al Pirineo: Ansils, Casa Arcas y La Era de los Nogales. Merecidísimas todas y esperadas, aunque no así, de sopetón. Lo cierto es que los tres comparten las últimas tendencias de la guía: localidades pequeñas –entre las tres no llegan a los 400 habitantes–, firme apuesta por los productos locales y de cercanía, eficacia técnica, pocas plazas y propiedad familiar.
Como al tapao le han regalado una calculadora, le ha dado por sacar porcentajes para ver cómo andamos por Aragón. Son once nuestras estrellas, sobre las 257 concedidas en España, lo que supone un 4% de las mismas, mejor que las estrellas verdes, cuyas dos existentes, suponen un 3,4%. En cualquier caso, por encima de esa regla no escrita que afirma que Aragón se encuentra siempre sobre el 3% en cualquier estadística que se precie. Mucho mejor vamos en los denominados bib gourmand, restaurantes con la mejor calidad-precio, donde los catorce aragoneses que poseen la distinción suponen el 6,5% de 213 españoles. Mientras que en los recomendados –con varias bajas en los últimos años, algunas incomprensibles– nos encontramos muy por debajo, con 1,6%, doce establecimientos de los 752 españoles. Quiérese decir que, dado nuestro nivel de visitantes turísticos, parece que estamos en una posición bastante correcta, pues no suelen ser establecimientos de consumo local y habitual. Y más que se encuentran en puertas. La elevada proporción de big gourmand indica la moderación de precios en los restaurantes, especialmente fuera de las tres capitales. Y habría que reflexionar acerca de los escasos recomendados, quizá debido a la dispersión territorial y el corto número de inspectores de la guía roja.
Lo habitual, y en cierto modo lógico y comprensible, es que cada empresa, cuando obtiene premios en un concurso o certamen, lance una nota de prensa anunciándolo. Y lo hace citando sus medallas o distinciones, no las de otros, que quizá tengan más. De ahí que haya que saludar la elegancia de Quesos O Xortical que además de escribir sobre su premiado queso, galardonado con una medalla de oro en el World Cheese Awards 2024, por su Azul de Bunker, cita al resto de sus compañeros –antes que competencia– aragoneses: Granja Perales, Quesos Artesanos La Val, Quesos Sierra de Albarracín y Quesos Radiquero.
Que en diferentes notas de prensa aparezca Domingo Mancho como presidente de la Asociación de Cocineros de Aragón no deja de ser un error más o menos grave, porque desde 2019 la preside Javier Robles. Más sangrante le parece a este tapao que en el mentado texto no se cite el nombre de los alumnos que elaboraron el plato y el postre ganador del II Concurso de Cocina de Trufa Negra de las Escuelas de Hostelería de la provincia de Zaragoza, ambos del IES Miralbueno. Vale que el concurso era de escuelas, pero probablemente a los chavales les haría ilusión ver su nombre en pantallas y papel impreso. El año pasado sí supimos quiénes eran los ganadores.
En su última visita a Zaragoza Ferran Adrià –o su asistente, que para eso lo tiene– eligió para comer el restaurante Absinthium, uno de los mejores de la ciudad, por más que se prodigue poco en los medios. Según informó Heraldo, el catalán comenzó con unas tapas, como un canapé de paté de sardinillas, lima y pimienta y una escudilla de manzanilla. Y siguió con Presa de cerdo, como un roast-beef, rellena de queso fresco y encurtidos, con calabacín y vinagreta de pistacho, Borraja de Zaragoza, con anguila kabayaki, pequeños ñoquis salteados y huevas de pez volador, un clásico de la casa, y Ragú de setas silvestres con patata y yema de huevo. Como plato fuerte, la Paletilla de cordero lechal deshuesada, con una samosa de sus lechecillas y mole de maíz quemado.
Me dicen desde la redacción que cada vez hay más llamadas o correos para comentar/recriminar los comentarios de esta seccción. ¿Se perdió el sentido del humor y de la crítica?
¿No invitaron a las bodegas a la presentación?
¿Es la Diputación de Soria un ejemplo a seguir?
¿Tienen buen paladar los usuarios de TripAdvisor?
¿Cultivamos piña, la fruta, en Aragón?
¿Está gafado gastronómicamente el histórico pasaje?
¿Cuánto recaudó realmente la fastuosa cena solidaria?