Visita a la bodega más joven del barrio de La Estación en Haro
La bodega –aquí en otoño– se encuentra en el barrio de La Estación. Foto: Francisco Orós.
El famoso barrio de la Estación en Haro, La Rioja, ostenta el record de España en cuanto al número de bodegas por kilómetro cuadrado, si acaso empatado con el casco antiguo de Jerez de la Frontera. En realidad, son modelos enológicos poco comparables –vinos tranquilos frente a vinos fortificados–, particularmente si se tienen en cuenta los diferentes métodos de elaboración y duraciones del tiempo de crianza en barrica empleados en cada caso. Fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando algunos bodegueros franceses –huyendo de la plaga de filoxera que arrasaba sus viñedos en tierras galas– instalaron sus almacenes alrededor de la estación de Haro, buscando una rápida vía comercial por ferrocarril para dar salida al vino riojano que adquirían ávidamente con el fin de responder a sus clientes internacionales. Con ellos vinieron las técnicas bordelesas de crianza en roble para afinar los vinos y esa fue la clave del inicio del éxito de los vinos de Rioja, éxito que aún perdura a día de hoy.
López de Heredia, CVNE, Gómez Cruzado, La Rioja Alta y Bilbaínas son nombres que hicieron historia hace más de un siglo al instalarse en aquellos terrenos al noroeste de Haro. Ya en la década de los 70 –aunque con cuarenta años a sus espaldas– Muga decidió trasladar allí su bodega desde el casco urbano, haciendo crecer el número de honorables inquilinos del Barrio de la Estación.
Viñedo Key Line. Foto: Francisco Orós.
Llega Roda
Sin embargo, no fue hasta finales de los 80 cuando se sumó la última de las bodegas a esta ilustre lista de nombres. En el año 1987 nacían Bodegas Roda –protagonistas del presente artículo– fundadas por Carmen Daurella y Mario Rotllant en el extremo norte del meandro del Ebro que abraza la zona, convirtiéndose así en el vecino más joven del Barrio de la Estación.
En realidad, no fue hasta 1996 cuando Bodegas Roda comenzaron la comercialización de sus vinos, después de dedicar una década a adquirir parcelas, plantar viñas y estudiar la expresión de cada variedad de uva en los diferentes suelos. A lo largo de todo ese tiempo, la bodega ha creado un banco de germoplasma que agrupa 250 clones diferentes de tempranillo, numerosos morfotipos con una gran biodiversidad y un comportamiento vegetativo único. Ese trabajo lento, tedioso y poco agradecido les permite en la actualidad elegir el clon más adecuado para cada parcela nueva que se planta, siempre teniendo en cuenta el suelo, la orientación y la disponibilidad hídrica. 120 hectáreas de viñedo se encuentran bajo la gestión de la bodega, 70 de las cuales son propias. El cultivo se realiza siempre en vaso, aplicando técnicas de agricultura sostenible y por supuesto vendimia manual en cajas de 18 kilos. Tuvimos la oportunidad de poder pasear por una de las parcelas más próximas a las instalaciones de la bodega. El viñedo conocido como Perdigón se ubica en el centro del meandro que el río Ebro forma entre Haro y Briñas, y se trata de una plantación mayoritaria de tempranillo acompañado por garnacha y graciano. Las uvas procedentes de este viñedo son destinadas a la elaboración del SELA, tinto de inicio de gama de la bodega, frutal y fresco como cabría esperar, al tratarse de una viña relativamente joven de 35 años.
Tinas de fermentación y crianza. Foto: Francisco Orós.
El equipo técnico responsable de campo de Bodegas Roda –bajo la sabia dirección de Agustín Santolaya– demuestra permanentemente tener una enorme inquietud por experimentar. En ese sentido, se realizó hace pocos años una nueva plantación de un viñedo curvo de 17 hectáreas en Cellorigo –en la cara sur de los Montes Obarenes, casi en el límite con la provincia de Burgos– una conducción novedosa denominada Key Line, que persigue reducir la erosión y aumentar la capacidad de la tierra para la retención de agua. Todavía es demasiado pronto para poder sacar conclusiones, pero la iniciativa se enmarca en la definida postura de la bodega, nítidamente alineada con la sostenibilidad, como bien lo demuestra la recientemente obtenida Certificación WfCP, Wineries for Climate Protection.
Todas y cada una de las parcelas de viñedo que gestiona la bodega, realizan la vinificación de manera separada e independiente, siempre en tinas de roble francés. La nueva nave de elaboración es un prodigio semienterrado de moderna ingeniería y ha relegado a la encantadora antigua sala de fermentación a la categoría de salón para enseñar a las visitas, aunque un breve paseo por ella contemplando sus tinas alineadas y el laberinto de vigas de su techo, nos parece una experiencia absolutamente imprescindible.
Sus vinos
Detallaremos a continuación una breve descripción de los siete vinos que tuvimos oportunidad de probar, el catálogo al completo con que cuenta la bodega, incluyendo los dos tintos que elabora en Ribera del Duero y el codiciado blanco riojano tan escaso como interesante. Pasen, lean y disfruten tanto como nosotros en aquella mañana de un miércoles cualquiera del mes de noviembre.
Comenzando con el vino más juvenil de la bodega, el SELA 2021 procede del cercano viñedo Perdigón de 35 años de edad. Tempranillo, Graciano y Garnacha –89/4/7–, con crianza durante doce meses en barricas seminuevas de roble francés. Fruta roja, monte bajo y mentolados. Se comercializa con cintilla de añada y no como crianza, ya que algunos años sale al mercado antes de completar el año de barrica y el año de botella que exige la DOC Rioja para ser catalogado como crianza. Como curiosidad, aclararemos que Sela es el nombre de un río en Islandia y que no tiene ningún significado misterioso, a diferencia del nombre de la bodega, que en realidad es la fusión de las primeras sílabas de los apellidos de los propietarios.
Idéntico ensamblaje de tempranillo, graciano y garnacha –89/4/7– para elaborar el RODA 2019, hermano mayor del anterior, aunque con un periodo de crianza más prolongado, al menos durante catorce meses, en barricas de roble francés. Frutas rojas, recuerdos lácticos, especias blancas y una madera todavía demasiado presente. Algo escaso de permanencia en botella, le falta redondeo y le sobra vida por delante. Un vino que por ahora recomendamos guardar y que –desde el punto de vista comercial– se sitúa un tanto entre dos aguas, carece de la frescura y la juventud del Sela sin alcanzar aún la elegancia del Roda I, si bien es cierto que lo conseguirá si se le regala el suficiente tiempo en botella.
Por el contrario, el RODA I 2018 es la perfecta interpretación de un rioja moderno, intenso y poderoso. Una vez más con la base de la Tempranillo, acompañada de graciano y garnacha –89-4-7– y un periodo de crianza de dieciséis meses en barricas de roble francés. Violetas, caramelos de café con leche, suaves tostados y ciruelas. El equilibrio perfecto entre fruta y crianza. Muy elegante y completo.
El cardo es el símbolo de la bodega. Foto: Francisco Orós.
Con el objetivo de conseguir un vino insigne por el que la bodega pase a la historia, algunas añadas se elabora una maravilla con racimos seleccionados de los mejores viñedos de tempranillo y graciano –88/12– y crianza durante ocho meses en barricas nuevas de roble francés. El CIRSION 2019 es un lujo muy escaso al alcance de tan sólo unos pocos. Extremadamente complejo en nariz, necesita tiempo en copa para entregar todo lo que tiene escondido. Frutas negras, violetas, tierra húmeda y el inconfundible aporte especiado del roble nuevo. Algo cálido en boca, potente, sabroso y opulento. Con el paso de los años, aspira a convertirse en uno de los tintos míticos de La Rioja. Sin duda un gran vino que sacará todo su potencial tras una guarda prolongada.
Para una bodega que piensa mayoritariamente en tintos, la elaboración del RODA I BLANCO supone sin duda un reto. Coupage típico de los blancos riojanos con predominio de la Viura y el aporte deliciosamente aromático de la Malvasía y la Garnacha Blanca. Fermentación en tinas y crianza durante 18 meses en barricas de roble francés de 500 litros. Amarillo pajizo con reflejos dorados. Tarta de manzana, flores amarillas, membrillo y cáscara de pomelo. Sostenida acidez e incluso cierto tanino en boca. Excelente e inalcanzable.
La expansión de Bodegas Roda hacia la DOP Ribera del Duero se produjo en el año 2009 con la construcción de sus instalaciones en la localidad burgalesa de La Horra. Con uvas de la variedad tinta del país procedente de viñedos con 40 años de edad y una crianza mixta durante catorce meses –20% en barricas de roble americano y 80% en roble francés– se elabora el CORIMBO 2019. Fruta roja, lácticos y hierbas aromáticas. Todavía con cierta astringencia en boca, aunque fresco y muy versátil. Nos queda por reseñar un último salto de calidad hasta el CORIMBO I 2016, de nuevo DO. Ribera del Duero, viñedo de 65 años y dieciséis meses de crianza idéntica a la de su hermano menor, 20% roble americano y 80% roble francés. Fruta negra, maderas nobles y sutiles notas de crianza. Domado, fino y elegantísimo de principio a fin.
Poco más que añadir en esta crónica. Tan sólo insistiremos en dejar patente que esta visita ha sido posiblemente una de las más agradables y completas de los últimos meses. El cordial trato que nos dispensaron, el reducido tamaño del grupo de visita, el paseo por el viñedo y –desde luego– la extensa cata que se nos brindó, no pueden sino ser merecedores del mayor de nuestros agradecimientos.
Para terminar, un breve recuerdo al icono de Bodegas Roda, omnipresente en todas sus etiquetas, en las márgenes de sus viñas e incluso en una de sus salas de barricas, lógicamente conocida como nave del cardo. No ha sido sencillo desentrañar el misterio y encontrar una explicación que justifique el protagonismo de una planta a priori tan poco querida como el cardo azul –cardo yesquero o Echinos ritro–, aunque sin duda confiere a la imagen de la bodega una identidad inconfundible.
La página web de Bodegas Roda es un universo de información enológica y un recorrido por ella es una delicia tan sólo comparable con catar sus vinos. Textos explicativos, historia, preciosas imágenes y una inagotable colección de videos que hablan de viticultura, elaboraciones, climas, suelos y de un millón de cosas más. Navegad por ella, disfrutad de toda esa inabarcable información y dejad que sea la propia bodega quien os revele el secreto vínculo entre las vides riojanas y el Echinos ritro.
Quizás os lleve algo de tiempo, pero si tenéis la previsión de serviros una copa de cualquiera de sus vinos, con seguridad la búsqueda será mucho más placentera.