
Visita a bodegas Borsao. Foto: Gastro Aragón.
La marca Enoturismo Aragón celebra su décimo cumpleaños arrojando una serie de datos que confirman una proyección meteórica desde que se colocó la primera piedra. Y como hoy vamos de viajes en torno al vino, para ponernos en situación, repasemos algunos de los titulares que ofrece el sector vitivinícola en nuestra comunidad autónoma.
Aporta el 1,5% al Producto Interior Bruto de Aragón y un Valor Añadido Bruto que supera los 583 millones de euros. Somos 206 bodegas y 11 710 personas las que formamos directa o indirectamente esta industria. El cultivo del viñedo ocupa 35 880 hectáreas, representando casi el 4% del total nacional. De los 731 municipios que conforman esta comunidad autónoma, la vid está presente en 363, casi la mitad.
Denominaciones de Origen Protegidas como Calatayud, Campo de Borja, Cariñena, Somontano y Urbezo; una DOP supraautonómica, Cava; Indicaciones Geográficas Protegidas como Bajo Aragón, Valdejalón, Valle del Cinca, Ribera del Gállego-Cinco Villas, Valle del Cinca y Ribera del Queiles, esta última también supraautonómica; un Vinos de Pago, Aylés. El mapa vitivinícola aragonés, además de disperso porque se expande por las tres provincias, resulta definitivo ya que cuenta con todas las figuras de protección, aunque al consumidor final el mensaje de qué es cada una todavía no le llega con demasiada claridad. ¿Es cosa suya o del sector? Ahí lo dejo.
El enoturismo, lo que nos ocupa, es una de las grandes fortalezas que tenemos. En 2023 fueron 353 928 los enoturistas que nos visitaron. Nuestra propuesta, con casi cincuenta bodegas visitables y cientos de establecimientos turísticos, no solo permite a los viajeros degustar nuestros vinos y conocer sus procesos de elaboración, sino también disfrutar de otros reclamos turísticos que contribuyen al desarrollo económico y a la promoción de la región. Que se lo pregunten sino a las cuatro rutas del vino aragonesas.
Podríamos extendernos hablando del perfil de visitantes, de su procedencia, de la evolución en la oferta de servicios, de las épocas de mayor afluencia, del gasto promedio porcentual, pero no, eso pueden consultarlo ustedes en los estudios del Observatorio Turístico de Rutas del Vino de España. Hablando de estudios, recuerdo uno, era diciembre de 2015, que decía que Aragón ya había doblado el número de visitantes entre los años 2013 y 2014, pasando de 60 000 a 120 000 visitantes. Hoy, repito estamos casi en los 354 000.
Independientemente de cifras, estadísticas y estudios, todos estos datos se sustentan en personas, en aquellas que se dedican en cuerpo y alma desde hace mucho tiempo al mundo del vino en nuestra comunidad. A mí, que el 45% de los enoturistas sean neófitos no me resulta del todo vinculante; sin embargo, que Clara lleve diez años representando, contagiando y trasmitiendo los valores de su tierra en decenas de países, sí lo es.
Que el gasto medio global en bodegas se sitúe en 24,9 euros es importante. No cabe duda. Está muy bien. Pero que César tenga abierto su proyecto en Calatayud los 52 fines de semana del año, me parece muy elogiable.
Si hay un 54% de visitantes que vienen en coche, bravo. Estupendo, más aún si la prudencia y el consumo responsable les acompañan. Pero que Ignacio sacrifique tiempo con su bebé recién nacido para enseñar sus viñedos en Almonacid de la Sierra, tiene un mérito personal incuestionable.
Lo mismo que María en Borja, que invierte toda su vida laboral en atraer a visitantes de medio mundo para que conozcan, in situ, las claves de la bodega en la que trabaja. Comenzó sola en un departamento que hoy cuenta con doce personas y superan las 1200 visitas anuales. Aplaudo eso con la misma intensidad de saber que el 65% de quienes vienen a nuestra rutas, pasan al menos una noche en destino.
Sigamos creciendo, aprendiendo y evolucionando. Somos grandes anfitriones en Aragón y el vino es uno de sus perfectos aliados. Sean diez más, siempre será motivo de celebrar.