Una vez más, las redacciones de los periódicos se revolucionaron una noche de jueves otoñal. La guía roja otorgaba sus estrellas y tanto los medios locales, como los nacionales, se aprestaban a indagar las novedades acaecidas en sus respectivos ámbitos de comunicación.
La inmediatez de publicar en las redes provocó no pocas informaciones sesgadas, cuando no directamente falsas. Había que ser el primero en felicitar, pero… la guía no se preocupa especialmente por ofrecer prontamente un listado oficial —que disponen con tiempo, obviamente—, entre otras cosas porque le da igual, ya irá saliendo en los medios, aunque sea con errores. Y eso que, en ocasiones, habían filtrado nombres a los medios que les interesaba para una mayor presencia.
Por otra parte, los propios restaurantes —la estrella se concede al establecimiento, no al cocinero— no disponen en general de medios para difundir su comunicación con eficacia. Y si alguno ya lanzaba notas de prensa a la hora de recibir el premio, la inmensa mayoría de estrellados primerizos apenas lo hacían a través de sus redes propias y personales.
Lo que refleja bien el panorama actual. Una noticia que despierta mucha expectativa; unos medios sin apenas recursos especializados para cubrirla; y, finalmente, unos protagonistas que apenas valoran la importancia que la comunicación tiene para sus propios intereses. Y lo malo, témese el firmante, la situación es perfectamente semejante en otros sectores profesionales ajenos a la gastronomía; y así nos va a todos.
En fin, felicidades a los recién llegados al estrellato, los jóvenes Ramcés y Diego del zaragozano Cancook; lo mismo para quienes la mantienen, Lillas Pastia y Tatau en Huesca, La Prensa en Zaragoza y la Hospedería El Batán en la turolense Tramacastilla. Y, aunque no se lo crean, también para un aliviado Rafael Abadía, en Las Torres, que seguirá deleitándonos con sus creaciones culinarias y su buen hacer sin ‘presiones’ ajenas.
Y, para los casi olvidados nuevos ‘bib gourmands’ aragoneses: La Capilleta, en Plan; Trasiego, en Barbastro; L’Usuella, en Salas Bajas. Tres de veinte, ¡Chapeau!