La trenza de Almudevar, la genuina, la de la familia Tolosana, inimitable por más que se empeñen muchos, acaba de celebrar sus primeros veinticinco años de vida dentro de C’alial. Un acontecimiento que va mucho más allá del aniversario, pues la trenza es fruto de la innovación de dos panaderos pasteleros, Jesús y Luis, que ya en los años ochenta supieron crear este exquisito dulce, apto para diferentes momentos del día, desde el simple tentempié al postre.
También supone un magnífico ejemplo de cómo sabemos hacer las cosas en esta tierra, si se dispone de intención e interés para ello. Además de mantener la calidad primigenia y lograr cantidad sin perder su carácter artesanal, la trenza de los Tolosana ha sabido jugar sus bazas para promocionarla. Desde el feliz encuentro con el dúo Gomaespuma, que la popularizó en toda España a través de las ondas, hasta su intensa alianza con el sello C’alial, hace cinco lustros, en una poderosa sinergia que benefició a ambos; o las campañas que mantienen cada año, aliándose tanto con los ilustradores, como con los jóvenes reposteros.
De hecho, el consejero Olona reconoció en la gala de aniversario que «hoy la trenza no necesita a C’alial, pero C’alial sí necesita la trenza». Lo que pone sobre el tapete de nuevo el escaso interés de nuestros productores por acogerse a figuras de calidad diferenciada; por algo será.
Lo cierto es que pocos eventos no ofrecen hoy la trenza al terminar el lunch. De hecho es la señal, el aviso: llega la trenza y hay que prepararse para abandonar la fiesta. No existe más dulce despedida.