El Bajo Aragón-Caspe y por extensión todo Aragón están de enhorabuena, ya que su escasa y reconocida variedad local de aceituna conocida como oliva Caspe ha sido admitida dentro del Arca del Gusto de Slow Food.
Esta aceituna está caracterizada por su tamaño grande, su forma ovalada y asimétrica. Contando con un extraordinario sabor, es consumida principalmente encurtida como oliva de mesa.
Aunque el cultivo del olivo está muy extendido en esta Comarca, esta variedad de olivo, Caspe, cubre una pequeña proporción, menos de un 5%, en comparación con otras variedades más extendidas. Está desapareciendo por la dificultad de potenciar su valor comercial en un mundo globalizado. Ya que existen en el mercado aceitunas aderezadas de modo similar que son vendidas como Oliva Caspe bajando así su calidad y su precio de mercado.
Es por ello que en 2017, desde la Asociación de Agricultores de Caspe se impulsó un llamamiento al Ayuntamiento de Caspe solicitando su apoyo para obtener la Denominación Geográfica Protegida y en 2018 la Diputación Provincial de Zaragoza aprueba iniciar el proceso de reconocimiento de este fruto hacia la Denominación de Origen Protegida. Desde el año 2007 posee el sello de calidad C´alial del Gobierno de Aragón.
Todavía es posible encontrar con facilidad en el mercado Olivas Caspe, aunque al ritmo que se observa de arranque de olivos y sustituyendo este cultivo por otros más rentables económicamente, en pocos años puede desaparecer un fruto tan delicioso como es la Oliva Caspe.
Con estas premisas fueron Concha Molina como agricultura y elaboradora y Chuma Sahún, como colaborador de Slow Food Internacional, quienes han coordinado todo el proceso de solicitud para obtener este marchamo de calidad que ayuda a diferenciar y proteger alimentos en vías de extinción en todo el planeta. Apoyándose en Amparo Llamazares como Presidenta de Slow Food Zaragoza.
Slow Food fue fundada en los años 1980 por Carlo Petrini y por un grupo de activistas con el objetivo inicial de defender las tradiciones regionales, la buena alimentación, el placer gastronómico, así como un ritmo de vida lento. Tras dos décadas de historia, el movimiento ha evolucionado para dar cabida a una aproximación global sobre la alimentación, que reconozca las fuertes relaciones existentes entre nuestros alimentos, nuestro planeta, las personas, la política y la cultura. Hoy Slow Food representa un movimiento global que implica a miles de personas y proyectos en más de 160 países.