Se nota que ha sufrido mucho siendo el presidente de la DOP Calatayud durante la pandemia. De hecho, a los casi cuatro años en el cargo, a Michel Arenas le resta año y medio en el que no ha podido hacer «lo que quería, por restricciones o por la situación del sector».
Por eso, afronta estos cuatro años de reelección con ganas de impulsar acciones que den a conocer los vinos de la DOP que aúna a 800 viticultores y 70 profesionales en bodegas. «Hay mucho desconocimiento en Aragón de los vinos que se hacen en la tierra» dice. «Las veces que nos hemos oído en algún evento no sabéis los vinos que tenéis y yo pienso… Si, sí lo sé, quién no lo sabía eras tú».

«CADA BOTELLA DEBERÍA MERECER TODO NUESTRO RESPETO»

 

VIN Michel Arenas 1 GOC

¿Cuál es su primer recuerdo relacionado con el vino?
Tengo un recuerdo muy nítido y que me aflora muchas veces: cuando iba de niño a las viñas que tenía mi abuelo a las afueras de Calatayud. Me encantaba ver los trabajos que se hacían allí. No era viticultor, era agricultor y tenía, como todos en aquellos tiempos, manzanas, peras, uvas o almendra. La pena es que, con el tiempo, la autovía Madrid-Barcelona vendimió aquella viña para siempre.

Usted, ¿qué quería ser de mayor?
A mi, siempre, me gustó la electrónica y la mecánica. A los catorce años, me regalaron mi primer ordenador y ahí me di cuenta de que ese mundo me iba a gustar. Soy informático, he trabajado en ese sector, pero siempre he tenido muchos amigos viticultores, bodegueros… Difícil no tenerlos en esta ciudad. Y, en 2013, empecé a gestionar la marca y la presencia digital de unas bodegas y hasta aquí.

¿Cómo le explicaría qué es la felicidad a un niño de siete años?
A esas edades, la felicidad debería ser los abrazos de tus abuelos, jugar con los hermanos, saborear esas primeras amistades del colegio que, con suerte, duran toda la vida.

¿Qué parte de responsabilidad tiene el vino en su felicidad actual?
¡Buf! No es lo que más felicidad me aporta. Pero hay mucha satisfacción al ver que el trabajo hecho tiene repercusión en la gente de la DOP.

¿Le da más preocupación que felicidad?
Han sido meses muy difíciles con la pandemia, con mucha preocupación por cómo iba a afectar al sector. Hay mucha responsabilidad en este cargo. Desde las granizadas en verano a las heladas en invierno, el apoyo a la comercialización todo el año, hacer crecer la marca, etc.

Lo de hablar de las emociones del vino ¿es solo imagen?
Se utiliza mucho en el marketing porque el vino tiene emociones. Cada botella contiene intensas horas de trabajo de los viticultores, desvelos de los enólogos, mucho esfuerzo en el viñedo. En cada sorbo, hay mucho sentimiento y cada botella debería merecer nuestro respeto.

¿Falta respeto?
Respeto en cuanto a que si un vino no te gusta, no hay que despreciarlo.
Dicen que todos los españoles llevan dentro un presidente del gobierno y un seleccionador de fútbol.

¿También llevamos ahora un sumiller?
Y también un meteorólogo, diría yo. Todos hablamos del tiempo. Todo esto viene ligado a la pregunta anterior. No hace falta saber de vino para disfrutarlo. Lo que es bueno es que la gente sepa porque le gusta. Tengo sobrinos jóvenes que me mandan fotos de los vinos que piden, que se están acercando a este mundo porque les gusta y quieren saber más. Eso es lo importante.

¿Se sigue disfrutando del vino cuando se trabaja con vino?
Sí, del vino se disfruta siempre. El vino socializa, siempre abrimos una botella en momentos amables. Otra cosa es que la responsabilidad de un puesto como éste conlleve preocupaciones pero del vino siempre se disfruta.

¿Qué le quita el sueño? ¿Qué tal duerme?
No me lo suele quitar nada porque duermo muy poco, así que lo que duermo, duermo. Pero despierto, me preocupa recuperar presencia y normalidad tras la pandemia, que las acciones que hacemos sean rentables, trabajar por demostrar lo que valen nuestros vinos.

¿A quién invitaría a un vino? Personaje histórico, público o alguien de su entorno.
A Felipe VI; ambos nacimos en enero del 68 y, claro, nuestra evolución vital ha ido paralela a la hora de ser niños, estudiar, casarnos. Además creo que le vendría bien una copa de garnacha para rebajar la tensión de Palacio. La verdad es que tanto su padre como él han estado en Calatayud, de hecho, hay una anécdota muy buena, porque el ayuntamiento bilbilitano fue el primero en formarse de la Democracia. Todos se iban a constituir el mismo día pero un día antes iba a venir el Rey y, claro, no había autoridades para recibirlo así que se pidió permiso al Ministerio y se adelantó la constitución del ayuntamiento.

¿Y quién cree que no se merece ni olerlo?
Mucha gente. Si vemos el vino como algo bueno, placentero, hay mucha gente a la que deberíamos privárselo. Por ejemplo, un expresidente de EE.UU., de cuyo nombre no me quiero acordar y que no ha favorecido en nada al sector del vino.

¿A quién le debe un vino? (Cita pendiente)
A mucha gente porque, con la pandemia, el tiempo ha volado. Pero mira, un nombre: David, uno de mis mejores amigos, de aquí de Calatayud aunque vive en Madrid. Le vi la última vez en Nochebuena de 2019, que se quedó en mi casa, quedó pendiente devolverle la visita en Madrid. Y hasta hoy. Así que no sabes las ganas que tenemos de juntarnos estas Navidades.

¿Qué ha hecho últimamente para hacer feliz a alguien?
En verano, entre trabajo y restricciones, no pude tener vacaciones. Así que hace nada me llevé por sorpresa a mi mujer a Málaga.

¿Cómo se ve dentro de diez años?
Me veo trabajando en algo relacionado con el vino y también con el marketing o la comunicación. No me gusta pensar en un futuro tan lejano.