Como ya habrán notado, a poco que estén informados a través de los medios de comunicación oficiales o no oficiales –patios de luces y bares incluidos–, o si suelen hacer la compra, hay un tema recurrente en cualquier conversación, que no es otro que el hablar de la previsible falta de alimentos como consecuencia de la guerra en Ucrania.
Hablar del tiempo que va a hacer ha pasado a un segundo lugar en el top ten de temas recurrentes para iniciar o finalizar una conversación. Cada vez la gente es más consciente que un conflicto o situación climática adversa en cualquier parte del mundo puede llegar a afectar a la capacidad productiva o de abastecimiento de nuestro día a día. La sensación generalizada es que lo que ocurre en una parte del mundo, por muy alejada que esté, puede llegar a afectarnos a nosotros también
¿Y si es a la inversa? ¿Y si somos nosotros los que a través de nuestras acciones podemos provocar efectos adversos en la otra punta del mundo? Creo que esta reflexión poca gente se la ha hecho, ya que es más fácil buscar culpables puertas a fuera en lugar de puertas a dentro.
No sé si les sonará esta frase: «El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo». Este proverbio chino es el origen, junto a las investigaciones del matemático y meteorólogo Edward Lorenz, de una de las más cinematográficas teorías físicas: el efecto mariposa. Según este concepto vinculado a la teoría del caos, el aleteo de una mariposa en Brasil puede desatar un tornado en Texas.
Para que se entienda mejor voy a poner un ejemplo más local ¿puede un cerdo en España favorecer la deforestación del Amazonas? Según se recoge en las conclusiones del informe Engordados con deforestación, publicado por Carro de Combate, colectivo femenino de periodistas de investigación sobre consumo, entre otras cosas indican que «en 2020, Brasil fue el origen de casi dos de cada tres toneladas de habas de soja importadas a España. El abastecimiento de soja se ha convertido en un quebradero de cabeza para la industria española de piensos por su relación con la deforestación de zonas de alto valor ecológico, especialmente en Brasil. Así, la soja para alimentar ganado –vacuno, porcino, aviar– ha causado más deforestación que cualquier otro producto importado a la UE entre 2005 y 2017, incluido el aceite de palma, según WWF. La deforestación causada por la industria sojera se ha desplazado de la selva amazónica a El Cerrado, después de que en 2006, el gobierno brasileño impusiera una moratoria a la expansión de este cultivo en la selva amazónica. Sin embargo, El Cerrado, aunque mucho menos conocido a nivel internacional, es también un ecosistema de alto valor en biodiversidad y tiene un papel clave en el mantenimiento del clima local y del régimen de lluvias».
Como ven también nuestra manera de consumir afecta directamente, sin esperar el aleteo de una mariposa, al lugar de dónde obtenemos las materias primas usadas para nuestra alimentación o la de nuestra ganadería. Esta interrelación de causa-efecto se da en todos los eventos de la vida. Todos nuestros actos y decisiones están conectados y las posibilidades de interrelación cada vez son menos impredecibles y más predecibles. Un pequeño cambio puede generar grandes resultados.
Afortunadamente algunos cambios ya han empezado a producirse en el eslabón productivo, ya que el cultivo de la soja se está consolidando en Aragón como un cultivo competente para la rotación con el cereal. Una cifra que nos sitúa como líder a nivel nacional en superficie de soja cultivada.
A ver si estos cambios también los sabe afrontar la industria de producción de piensos, primando a los productores locales y evitando traer materias primas con fuertes impactos ambientales y sociales en terceros países. Ya se sabe que lo barato al final siempre sale caro.