A pesar de la incertidumbre, la vida agroalimentaria sigue. Avanzan, esos sí con celeridad y al amparo de la Administración, los grandes proyectos agroindustriales, que tanta riqueza traerán al medio rural, según dicen.
Mientras tanto, se atascan los nuevos reglamentos de C’alial que deberían amparar nuevos productos; renquean proyectos multidisciplinares que se anunciaron innovadores –véase el Centro de Investigación y Tecnología Gastronómica–: infíltranse audaces consultores en el sector sin experiencia contrastada para solucionar problemas banales; y esperados anuncios, como ese nuevo, anhelado y merecido Vino de Pago, que languidece en los despachos, preso de una lenta burocracia.