Es, sin duda, el número más extraño que jamás hayamos publicado en nuestra larga trayectoria como editores de revistas especializadas. Porque estamos, también, ante la situación más anómala en los últimos decenios del planeta.
Recogemos en nuestras páginas la añorada actividad normal del sector, en aquel lejano ya mes de febrero, cuando todo parecía normal, y nos centramos, como es lógico, en las consecuencias de la pandemia.
Obviamente, omitimos –seguimos confinados al redactar estas líneas– la actividad de bares y restaurantes, todavía cerrados, y con un difícil futuro que afrontar.
Eso sí, nuestros anunciantes habituales, diversas instituciones, así como productores y entidades han logrado, gracias a su publicidad, que este número pueda ver la
luz. En mayo, sí, pero con esperanza. Al contrario que otras publicaciones, donde la publicidad se ha visto reducida a la mínima expresión, aquí se ha mantenido.
Lo que indica, tanto lo esencial de nuestra especialización –agroalimentación, gastronomía–, como la solidaridad del sector para que la vida siga fluyendo, siquiera de
otra manera.