Ahora que las vacunas circulan con bastante celeridad y, agotado el Estado de Alarma, parece que la ciudadanía ha decidido lanzarse a la calle. Y a los bares, los restaurantes y los escasos eventos –la reducción de aforos impide la rentabilidad de muchos–, aprovechando además el final de los confinamientos autonómicos y la sensación de laxitud que produce la diferente normativa según territorios.
Lo que conlleva, sin duda, un respiro para el sector hostelero y turístico, que tan afectado se ha visto por las restricciones. Y que sigue a la espera de ingresar unas ayudas muy anunciadas, que tardan demasiado en llegar. Paradójicamente, como podrán comprobar en las siguientes páginas, son muchos los establecimientos que se están abriendo estos días, sin contar aquellos que han aprovechado el parón para emprender reformas.
Quiérese decir que el sector sigue teniendo futuro, más allá del incierto e hipotético cambio de hábitos de nuestros ciudadanos tras más de un año alejados de bares y restaurantes. Algunos estudios afirman que volveremos a nuestra antigua vida social, con la misma o mayor fuerza, pero no todos los analistas lo tienen tan claro. Lo que sí parece claro es que nuestro modelo hostelero deberá cambiar.
Muchos de los que han caído lo han hecho, además, por jubilaciones, cansancio, escasa rentabilidad, etc. Sin duda sobrevivirán los más fuertes y quienes se adecuen convenientemente a las exigencias de los clientes, que pueden variar… o no. Y, como ya venía pasando, las franquicias continuarán colonizando nuestras calles más emblemáticas, unificando la oferta.
Habrá que diseñar una hostelería más imaginativa y personal, diferenciándose cada cual del resto; más profesional y solvente económicamente; y, probablemente, más racional en sus horarios. Con una creciente